El Santo Sudario ya es el código Da Vinci del siglo XXI

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Jamás una pieza histórica despertó tantas dudas, misterios y pasiones como el Santo Sudario de Turín, tal el nombre que designa al lienzo amarillento de 4,36 metros de largo por 1,11

metros de ancho que porta dos representaciones monocromáticas, de frente y de espalda, opuestas por la cabeza, del cuerpo de un hombre de alrededor de 1,78 metros de altura.

También denominado “manto sagrado” esa es la tela más preciada de la historia textil humana por el simple hecho de que se presume que fue la que vistió Jesucristo luego de su agonía, hasta que su cuerpo y su alma ascendieron al cielo, junto a su Padre.

Ese lienzo vetusto, considerado sagrado por la cristiandad, tiene manchas de un color diferente, un rojo amarronado sombrío, pero de contornos precisos. Su aspecto general hizo pensar que eran manchas de heridas grabadas sobre la silueta humana que había quedado impresa sobre la tela.

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En varios lugares del conjunto, además, se ven rastros de quemaduras. Se sabe que algunas de ellas, pequeñas y simétricas provienen de un incendio que afectó el lienzo en 1516, cuando estaba plegado. Para otros especialistas, esas “quemaduras” provienen de alguna prueba que se hubiera hecho para comprobar la autenticidad del objeto.

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Según un estudio, la mitad de las manchas del Santo Sudario son falsas

Otro incendio posterior, de 1532, le dejó dos quemaduras alargadas, cuando la tela estaba doblada en 48 pliegues, protegida dentro de una caja de metal, en la capilla de Chambéry, dentro de una basílica franciscana que se levantó en una zona muy húmeda y pantanosa de la región Auvernia-Ródano, en Francia.

En 1934, se agregaron pequeños trozos de tela al tejido original para reparar el daño provocado por las llamas, el calor y el agua utilizada para apagar el incendio.

Santo Sudario, el Código Da Vinci del siglo XXI

Hay que aclarar que el lienzo que se exhibe en la capilla Guarini, de la Catedral San Juan Bautista de Turín, en Italia, no es el original sino una muy buena réplica; el auténtico sólo se expone en muy pocas ocasiones. Y la réplica que se exhibe a los viajeros, de todos modos, tiene custodia permanente.

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Determinar la autenticidad del Santo Sudario ha desvelado a expertos y científicos de toda índole ya que lo que está en juego es una pieza clave de la cristiandad: determinar que la tela data de los tiempos del Vía Crucis alejaría los relatos evangélicos de la cosmogonía católica fundacional y les daría un valor histórico único.

Otro incendio posterior, de 1532, le dejó dos quemaduras alargadas, cuando la tela estaba doblada en 48 pliegues"

¿Envolvió realmente esa mortaja amarillenta el cuerpo ya sin vida de Jesús, el hijo de Dios, cuando fue sepultado en su tumba? ¿O es ese lienzo una réplica pergeñada en la Edad Media, por el motivo que fuere?

Las pruebas de carbono 14 (C14) publicadas el 13 de octubre de 1988 por tres laboratorios de renombre parecieron poner punto final al debate: los tres dataron el material tejido entre el siglo XIII y el XIV. Sin embargo, algunos exégetas no quedaron conformes con ese resultado y movieron hilos para realizar pruebas paralelas. El caso no estaba cerrado ni lo está todavía hoy, 36 años más tarde.

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Las nuevas aproximaciones off the record dadas a conocer en abril 2022 por un equipo italiano pro sudariano, encontraron fallas procedimentales. Según ellos, el estudio del material con rayos X retrotrae su datación al período en que vivió Jesús.

¿Envolvió realmente esa mortaja amarillenta el cuerpo ya sin vida de Jesús, el hijo de Dios? ¿O es una réplica pergeñada en la Edad Media?

Refutado nuevamente el “informe final de 1988”, cabe pensar de todos modos que, a pesar de que la mortaje de Cristo sea compatible con telas conocidas en los primeros 50 años de nuestra era, eso no garantiza que haya sido precisamente ése el lienzo que cubrió el cuerpo ya sin vida del hijo de Dios.

Y si la argumentación lógica prosiguiera, un hombre de 33 años perseguido por Herodes, muerto a causa del suplicio inhumano al que fue sometido hasta que, desangrado, su corazón dejó de latir, tampoco significa que ese ser haya sido Jesús, nacido bajo el milagro mariano de la sagrada concepción de la Virgen María.

Sin dudas, llegar a la verdad sobre el Santo Sudario es hoy el Código Da Vinci del siglo XXI. Comprobar o negar su autenticidad es una obsesión teológica. Esa tela o la imagen grabada en ella por el sudor, la sangre, o los sumos vitales, es la prueba de la veracidad de la encarnación del Hijo de Dios. Da sentido a la piedad.

Para creyentes o querellantes, hay algo indudable: la imagen grabada en el lienzo es sobrecogedora.

Y si a todo esto le faltaba un condimento, el destino se lo concedió en la madrugada del 12 de abril de 1997 cuando un cortocircuito provocó un incendio arrasador..."

Con todo, el diálogo entre escépticos y exégetas es casi inexistente, pone a la ciencia contra la ciencia, a pesar de que en los últimos cien años se han hecho decenas de estudios específicos. Cada nueva postura es un falso final, nuevamente rebatida por un análisis posterior del grupo científico de la tesitura contraria.

El único consenso en el que todos comulgan es que el agua utilizada para apagar el incendio de 1532 dejó “ojeras” oscuras al lienzo y que las líneas horizontales que recorren la impresión por encima de la cabeza y debajo del cuello, entre otros puntos, provienen de la manera en que la tela se guardó plegada durante muchos años.

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Y si a todo esto le faltaba un condimento, el destino se lo concedió en la madrugada del 12 de abril de 1997 cuando un cortocircuito ocasionado por tareas de restauración provocó un incendio arrasador que destruyó parte de la catedral de San Juan Bautista y del Palacio Real anexo, en Turín.

Si hubiera estado como siempre, en el altar de la capilla de Guarini, hoy no habría Manto Sagrado. Como en 1994 se la había trasladado a otro lugar provisorio dentro de la iglesia, la frágil y milenaria reliquia santa, que podría haberse consumado en segundos, se salvó y el relato de su salvador, cruzó todos los continentes.

Cuando las llamas devoraban los edificios, el bombero Mario Trematore ingresó corriendo en la iglesia y sucedió el milagro. Mientras las llamas consumían todo a su alrededor, el hombre astilló a martillazos limpios la mampara laminada de ocho vidrios a prueba de balas -39 mm- que protegía el relicario de plata que atesoraba al Santo Sudario. Al límite de sus fuerzas, otro colega se le unió y entre ambos, con manos enguantadas, lograron quebrar la caja fuerte de vidrio y rescatar la reliquia.

Con sólo un martillo y nuestras manos (aun sangrantes), rompimos el vidrio. Esto es extraordinario. Dios me dio la fuerza para romper el vidrio' ( Mario Trematore)"

“Este vidrio podrá detener balas, pero no es capaz de detener la fuerza de los valores asociados al símbolo que contenía. Con sólo un martillo y nuestras manos (aun sangrantes), rompimos el vidrio. Esto es extraordinario. Dios me dio la fuerza para romper el vidrio”, declaró el héroe despertando a millones de Lázaros incrédulos que, con motivo del Gran Jubileo del Tercer Milenio a partir de abril 1998 y hasta el año 2000 peregrinaron a Turín para ver con sus propios ojos la reliquia espectral que sólo una vez, en 420 años, había abandonado su sitio de honor y que la mano de Dios continuaba protegiendo de las veleidades del mundo.

Santo Sudario, un fantasma de 13 siglos

Hasta el año 1355, el Manto Sagrado no existió. Sólo era un fantasma del ser supremo que la más sencilla de las telas envolvió. Hasta que, tras 13 siglos de supervivencia espectral ingresó en la historia de las religiones, al aparecer en Francia, dentro de un colegiado de Lirey, en Champagne. No se sabía exactamente de dónde venía ni cómo había llegado hasta allí, pero era el Santo Grial que los místicos de entonces necesitaban como prueba de que la Pasión dolorosa de Cristo, lejos de ser leyenda bíblica, había existido.

Geoffroy de Charny había sido el fundador del colegiado de Lirey y era una persona encumbrada, después del rey, él. Tener ese manto precioso le permitía ostentar. En esa época fanfarronear era bastante habitual; para poder hacerlo, era necesario que cada colegiado (en sentido romano, una colectividad o comunidad religiosa que trabajaba en pos de sus intereses) poseyera algunas reliquieas que atrajeran creyentes y, en consecuencia, buenas donaciones. Por lo tanto, el mecanismo se prestaba para que las falsas reliquias se reprodujeran casi en serie y nadie cuestionaba su autenticidad. Simplemente sucedía y los crédulos iban a conocerlas.

Era el Santo Grial que los místicos de entonces necesitaban como prueba de que la Pasión dolorosa de Cristo, lejos de ser leyenda bíblica, había existido"

Por lo tanto, desde el día de 1355 en que Charny dijo tener el Santo Sudario, la Iglesia se interesó en el tema mientras por detrás desconfiaba. Agitado el avispero –intervino el rey de Francia e incluso hubo un artesano detenido por haberlo confeccionado-, en 1390 el Papa aprobó las ostentaciones, pero pidió que de viva voz se dijera que, en el caso del Santo Sudario, era una réplica fiel pero no el verdadero. Desde luego, Lirey desoyó el pedido papal.

Desde el día de 1355 en que Charny dijo tener el Santo Sudario, la Iglesia se interesó en el tema mientras por detrás desconfiaba"

En contra de lo esperado, el pedido vaticano no hizo sino avivar el tema. La peste asolaba Europa y varias órdenes y colegiados comenzaron a representar en vivo y con increíble realismo y crueldad la Pasión de Cristo. Las crucifixiones eran tan reales como la sangre derramada, pero el Jesús actor no llegaba a morir, claro. Esas escenificaciones cambiaron incluso la iconografía religiosa y en el sentimiento popular el hijo de Dios ya no era solo un santo sino un mártir. El lienzo, con su imagen grabada de frente y perfil, pasaba a ser el mejor testimonio, en tiempo y tamaño real, de ese padecimiento humano.

En 1453, Marguerite, descendiente de Geoffroy de Charny, pidió a los canónigos de Lirey que le devolvieran el lienzo, en tanto propiedad privada de la familia. Y la vendió como reliquia a la casa de Saboya, devota si las había. A tal punto, que el Santo Sudario se convirtió en sufetiche y no se movían a sitio alguno sin llevarlo, ya que les traía buena suerte –decían. A fines del siglo XV la noble familia se radicó en Turín. Su cercanía y contacto fluido con los Papas Sixto IV y Julio II dio sus frutos y finalmente la Santa Sede aceptó que se venerara el lienzo de Turín.


(Continuará)

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