He conseguido habituarme para aprovechar incluso esa hora y media de sueño cuando decenas de misiles ya han sido lanzados y ya están volando en camino. He aprendido a quedarme dormida
con el pensamiento de que, prácticamente en una hora, alguien de nosotros morirá de nuevo, alguien quedará herido, alguien perderá su hogar, sus familiares, sus amigos, sus hijos.