A Lucas Cesio nadie le puede discutir. Para él, que vivió cinco años años en un auto abandonado en Villa Urquiza, la educación es un servicio esencial. “La escuela fue mi
casa”, dice. ¿Quién se anima a desmentirlo? Estudió bajo los árboles de una plaza, durmió en la butaca de un viejo Peugeot 505 color champagne y nunca llegó a la escuela sin la tarea lista.