La tensión entre los gobiernos complica la logística de los clubes en las Copas

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La Copa también es un síntoma de época. Así como cuando había confraternidad se reflejaba en los escasos conflictos migratorios cuando los planteles viajaban por Sudamérica, ahora la tensión política no

solo se percibe en cada frontera y en cada edificio diplomático, sino que además genera situaciones insólitas en la previa de algunos partidos de la Libertadores y la Sudamericana.

Ya desde la primera fecha quedó claro: River debió jugar contra Deportivo Táchira, de Venezuela, pero no pudo hacer un vuelo directo por un conflicto diplomático que existe entre Argentina y ese país. Y en la segunda jornada de los grupos, el que padeció la tensión regional fue Talleres, que debió desafectar al defensor venezolano Miguel Navarro por desacuerdos en los visados entre su país de origen y Ecuador, donde el club cordobés viajó para enfrentarse a Barcelona de Ecuador (en lo que fue un empate agónico y un festejo por el punto conseguido).

Todo se da en el marco de una tensión que crece entre el gobierno de Javier Milei y los principales países de la región, que no disimulan su fastidio y hasta amagan con cortar relaciones por las declaraciones incendiarias del presidente argentino, que llegó a decirle “asesino terrorista” a su par de Colombia, Gustavo Petro; que mantiene una enemistad manifiesta con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el venezolano Nicolás Maduro; y que ahora también escaló en un conflicto bilateral con Ecuador por la salida de la embajada argentina de la exministra María de los Ángeles Duarte.

El periplo de River ante Táchira se explica en esa ensalada política que es hoy América Latina. Y aunque la razón viene de antes, cuando el presidente era Alberto Fernández, es cierto que la pésima relación que existe en la actualidad entre Argentina y Venezuela terminó de pulverizar el vínculo histórico entre los dos países. El gobierno de Maduro anunció en marzo, a través de su canciller Yván Gil, que cerraría el espacio aéreo a las compañías con bandera argentina como represalia a la entrega a Estados Unidos del avión de carga Boeing 747, que había aterrizado en junio de 2022 en el Aeropuerto de Ezeiza con una tripulación venezolana-iraní. El gobierno de Milei despachó el Boeing ante el pedido del Departamento de Estado, lo que motivó la respuesta de Maduro: “El gobierno neonazi de Argentina es sumiso y obediente con su amo imperial”, tuiteó Gil.

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Martín Demichelis y su equipo sintieron en carne propia estos dardos diplomáticos: para jugar contra Táchira, el plantel de River tomó un vuelo el domingo 31 de marzo rumbo a Cúcuta, la ciudad colombiana ubicada cerca de la frontera con Venezuela. Si bien con Colombia la relación está prácticamente rota, eso no se tradujo en el corte de vuelos entre los países. Una vez en Cúcuta, el plantel millonario se subió a un micro y viajó durante 11 horas hasta llegar a San Cristóbal, donde finalmente ganó 2-0.

Lo que pasó con Navarro visibilizó algo que por lo general nunca se conoce: los trámites y excepciones que las direcciones de migraciones de los distintos países firman para que futbolistas y planteles puedan viajar sin mayores inconvenientes. Deben cumplir los requisitos y tienen el mismo trato que cualquier ciudadano de a pie, pero reciben una atención especial: lo pueden certificar en San Lorenzo, que esta semana viajó en un vuelo chárter de Aerolíneas Argentinas directo a Quito. El plantel estuvo en todo momento supervisado por la embajada argentina en Ecuador. Lo cuenta un dirigente: “Pero no hubo ningún conflicto. Nos recomendaban no salir después de determinada hora, pero hubo un buen trato, muy cordial, nada por fuera de lo común”. Aunque a veces, eso no pasa.

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