Pero al margen de la cifras, la otra señal de la buena salud de la que, por momentos, goza la televisión abierta es que el estudio de Martínez tenía aroma de
la tele festiva de su época de oro, con un Feliz domingo -por poner un caso, nomás- abigarrado de gente exultante, alentando, gritando, rezando, provocando. Había clima de hinchadas, como de un colegio contra otro, como de un club contra otro, como de Furia con Catalina. El "Tomatelá", el "Furia a la final" o el "Hu-bo-fraude" tapaban la voz del conductor.