Cómo vigilan en prisión al capo narco que intentó escapar en un helicóptero

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Esteban Lindor Alvarado (44) es uno de los capos narco más peligrosos del país. Hace poco más de un año intentó escapar del penal de Ezeiza en helicóptero, pero el cinematográfico

plan de fuga fue abortado a tiempo. Desde entonces cumple el mismo castigo que Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera (66).

Alvarado está preso en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. Allí paga por sus dos condenas: una a prisión perpetua por instigar un asesinato en 2018, planificar atentados y lavado de activos, y otra a 15 años de cárcel por organizador y responsable de una organización dedicada al tráfico de estupefacientes.

“El Esteban”, como se lo conoce en Rosario, permanece aislado del resto de la población carcelaria con un régimen tan duro como inédito: está solo en una celda de Ezeiza, con custodia especial y monitoreado las 24 horas por cámaras de seguridad.

Pese a que la Justicia endureció las condiciones de su detención en marzo del año pasado, durante los primeros meses el capo narco logró continuar con varios privilegios. Por ejemplo, seguía compartiendo pabellón con dos de los tres internos con los que se cree que iba a intentar huir, no le colocaron los inhibidores de señal ni adaptaron con blíndex el sector de visitas para evitar que siguiera enviando mensajes en papelitos como hacía antes del plan de fuga.

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Fernando Arias Caamaño, su abogado defensor, interpuso varios recursos para morigerar el régimen de su cliente, pero todos fueron desestimados. De hecho, esta semana la Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó el planteo por “extemporáneo” dejando firme el dictamen del Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario.

Alvarado no tiene contacto con otros detenidos, no puede recibir encomiendas, habla solo con dos personas y el contacto que tiene con sus familiares es solo a través de un vidrio.

Entre otras medidas, la Justicia dispuso realizar requisas sorpresivas en el lugar de alojamiento de Alvarado; controlar y dar estricto cumplimiento a la prohibición de las comunicaciones móviles e instalar inhibidores de señal en el módulo del penal donde se encuentre detenido.

El capo narco es monitoreado con control directo de cámaras de videovigilancia, y las visitas que puede recibir deben estar previamente aprobadas por el tribunal. Además, las comunicaciones telefónicas solo pueden realizarse con el teléfono público que tiene el pabellón.

La defensa de Alvarado apeló todas esas medidas, pero la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal declaró inadmisible el planteo. Entre otras cosas, consideró que el reclamo no logró refutar las razones brindadas por el tribunal oral para fundamentar las medidas ordenadas.

Contra esa decisión, la defensa de Alvarado presentó un recurso extraordinario federal, que fue declarado inadmisible por la Cámara Federal de Casación Penal.

Finalmente, tras la presentación de un recurso de queja, el caso llegó al Máximo Tribunal que, con la firma de Horacio Rosatti, Carlos Rosenktranz, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, rechazó su planteo por extemporáneo.

Como El Chapo. El líder del Cartel de Sinaloa cumple un régimen similar, pero en el penal federal más seguro de Estados Unidos: la prisión supermax ADX de Colorado.

A diferencia de Ezeiza, donde varios presos han conseguido escapar, este penal conocido también como el “Alcatraz de las Montañas Rocosas” no registra antecedentes de fugas.

El Chapo no tiene contacto con otros detenidos y duerme solo en una celda de dos metros por tres. Su única recreación es cuando se le permite salir a una jaula al aire libre, aunque solo lo puede hacer una vez por día cómo máximo. Cuando deja el calabozo es con grilletes en las piernas, esposas y hasta cadenas en la cintura. “Supermax es la vida después de la muerte. En mi opinión, es mucho peor que la muerte”, explicó un exdirector de la prisión.

En el caso de Guzmán, la seguridad es extrema por sus antecedentes. En julio de 2015 escapó de la cárcel El Antiplano, en el estado de México, por un túnel de un kilómetro y medio que él mismo encargó y que le costó medio millón de dólares.

En este caso existe también un punto de contacto con el plan de fuga que ideó Alvarado: ambos utilizaron un reloj con GPS para señalar el lugar exacto en el que se encontraban.

En el frustrado escape del narco rosarino enterró el SmartWatch en el campo de deportes del penal de Ezeiza, porque la idea era que allí aterrizara el helicóptero Robinson 44 que adquirió y ploteó para su propia fuga. La aeronave iba a descender, y antes de tocar suelo, Alvarado se iba a colgar en una especie de red y así iba a volar hasta la localidad bonaerense de General Rodríguez, donde lo esperaban otros miembros de su banda.

“Los vamos a sorprender a todos”, se jactaba en los diálogos por WhatsApp que tenía con Lobo, el piloto y cómplice en el armado de la logística. Pero el plan de fuga falló porque los investigadores lograron dar con el Robinson ploteado de negro, y Alvarado quedó encerrado en una burbuja de la que seguramente todos los días piensa en cómo salir.

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