Las tres pistas que llevaron a la cárcel a una mucama por el crimen en el country de Pilar

Policiales
Lectura

Las cámaras de seguridad fueron clave para encaminar la investigación por el enigmático asesinato de Roberto Wolfenson (71), el ingeniero electrónico que apareció estrangulado y atacado a golpes hace un mes

en su casa del country La Delfina de Pilar, y detener a la primera sospechosa del caso: la empleada doméstica y última persona que había visto con vida a la víctima el jueves 22 de febrero pasado.

Se trata de Rosalía Soledad Paniagua (34), quien fue arrestada este viernes 22 de marzo en un operativo realizado por la División Homicidios de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro.

La acusada estaba trabajando en la casa de la víctima de manera temporaria en reemplazo de la empleada doméstica que siempre realizaba las tareas de limpieza y fue precisamente la última persona que estuvo en contacto con el ingeniero.

Paniagua declaró como testigo cuando el viernes 23 de marzo hallaron el cuerpo de Wolfenson en el interior de la habitación de huéspedes, cerca de una estufa, y aportó un dato que aparentemente buscaba desviar la investigación: dijo que su patrón le pidió que preparara una habitación de la planta alta porque supuestamente recibiría a una persona.

BANER MTV 1

Los pesquisas siguieron esa pista, pero no hallaron más datos. De hecho, en la planilla de ingresos al country no figuraban ingresos entre el jueves 22 y el viernes 23.

Desde un primer momento, los detectives pusieron énfasis en las cámaras de seguridad. No solo en las del barrio, sino también en las municipales y privadas que funcionan en la zona. Con ellas pudieron reconstruir el viaje que hizo la última persona que vio con vida a Wolfenson. Algunos detalles llamaron la atención.

Paniagua salió del country el jueves a las 13.30. Llevaba una mochila, pero los guardias del lugar no la revisan. Curiosamente ese era su último día de trabajo.

De allí fue hasta la parada de la línea de colectivos 210. Cerca de las 14.30 llegó a la estación de tren de Presidente Derqui. Este punto es clave porque el teléfono celular de Wolfenson se activó a esa misma hora en esa misma zona. Esa fue la última conexión.

Las cámaras de la estación registraron el ingreso de Paniagua y algunos de sus movimientos en el lugar. Por ejemplo, se la ve con dos celulares en la mano. Uno de ellos –creen los investigadores– sería el de la víctima.

A los detectives les llamó la atención que la mujer llevara un pañuelo en la mano izquierda y que varias veces se mirara la derecha, como si tuviera algún tipo de corte o lesión.

Con esos datos, el fiscal penal Germán Camafreitas –a cargo de la investigación–pidió en las últimas horas el allanamiento de su domicilio de la localidad de William Morris. Allí hallaron otro indicio clave: un parlante bluetooth marca Thonet & Vander color rojo y negro, que la viuda había denunciado como robado.

Más allá del enorme avance logrado en estas horas, los investigadores creen que el rompecabezas de sospechosos no está terminado. ¿Pudo haber actuado sola? Por los golpes y la mecánica del crimen, todo indicaría que no, pero en principio no hay registro de otras personas que hayan ingresado a la casa de Wolfenson.

Otro cabo suelto es el papel del médico que certificó una muerte natural en lugar de una violenta. Hizo todo mal: no solo se equivocó en el diagnóstico, sino que además firmó el certificado de defunción con el sello de su hermano. ¿Casualidad o impericia? Raro.

El cuerpo del ingeniero electrónico presentaba signos de violencia y varias lesiones visibles. Wolfenson resistió lo más que pudo: fue atacado a golpes primero y luego estrangulado, aparentemente con un hilo muy finito que podría tratarse de una tanza.

La víctima era amante de la música. Desde la época de la secundaria que tocaba el piano. Había estudiado a fines de los años 60 en el Colegio Nacional de Buenos Aires y cada tanto solía juntarse con sus excompañeros de una división que era solo para varones.

“Era una de las personas más pacíficas, ecuánimes y bondadosas que he tenido el gusto de conocer”. Así lo recordó uno de sus excompañeros del Colegio Nacional de Buenos Aires.

A Wolfenson le decían Wolfi. Se había reunido con ellos en diciembre pasado, y el recuerdo de aquella noche todavía está presente entre los amigos del Nacional.

El ingeniero había perdido contacto con algunos de ellos, pero su incursión en Facebook lo volvió a unir. Demoró varios años en abrir su cuenta y no era muy activo, aunque era la red social que más usaba (también tenía una cuenta en LinkedIn, donde solo realizaba posteos vinculados a su actividad en la empresa Energys).

Wolfenson tenía dos hijos de una esposa anterior de la que separó hace cerca de dos décadas y actualmente convivía con otra mujer en el country La Delfina, cerca de la puerta 2. Su inesperada y trágica muerte sorprendió a todos.

El comunicado de la familia

La familia de la víctima emitió un comunicado por intermedio de su abogado sobre el giro que tuvo el caso en las últimas horas con la detención de la mucama.

“Esa detención se encuentra respaldada en contundentes elementos probatorios, pero no resuelve el caso: no se ha revelado aún el móvil del homicidio ni se han descubierto a los probables coautores y/o partícipes”, dice el documento que lleva la firma del abogado de la familia, Tomás Farini Duggan.

“Para ello solicité –y fue ordenada- una pericia que expondrá la forma en que ocurrió el homicidio. Esa medida permitirá definir, entre otras cosas, las características físicas del autor, si en el hecho intervino más de una persona y el lugar en el que se perpetró el homicidio”.

Sobre el posible móvil económico señalaron que “fueron aportados todos los datos y elementos que los hijos del señor Wolfenson pudieron recopilar sobre las cuentas bancarias de su padre. El movimiento de esas cuentas permitirá exponer a la persona que pudo haberse apropiado de los fondos allí depositados”.

En esta Nota