“Rocco, el pene más grande del mundo”, le dicen todos al verlo, como una forma de halago. Si Siffredi fue el hombre que hizo que el porno fuera más real, esta
serie no lo muestra. Se pierde en las elucubraciones en off (“les damos más que sexo; les damos deseo y la libertad de desear”), en la disyuntiva del sexo con o sin amor y en el entramado familiar, que se vuelve repetitivo con un hermano al que ama-odia y una madre que quería un hijo sacerdote o, al menos, capaz de enamorarse de una mujer.