Mundos íntimos. Luego de que mi madre se suicidara pensé: “¿No alcanzan los hijos para evitar una decisión tan radical?”

Sociedad
Lectura

Me fui de Paraná dos días después de terminar el secundario. Tenía la valija hecha hacía semanas, los pesos contados, el deseo de empezar algo nuevo calentándome la sangre. Sentía rechazo

por el ambiente, rabia. Estaba convencida de que vivir ahí era el problema, que estábamos todos contaminados, mi familia, la gente, que mi madre se había querido morir porque no podía tolerar la presión de tener ciertas cosas, de llevar adelante una familia sola, como lo percibía ella, aunque no fuera cierto, y que entonces yo también cargaría con esa preocupación y amargura. Tenía una imagen horrorosa del lugar en el que había nacido y quería irme cuanto antes. Sin embargo, algo de esa separación, de ese desarraigo, me resultaba culposo. Veía como una traición querer abandonar una parte tan importante de mí pasado, querer dejar atrás todos esos recuerdos en Entre Ríos que, después, una vez lejos, necesité recuperar. Hoy todo el tiempo busco volver a esa geografía. Al río, al monte, a las tardes descalza corriendo por las calles con mis hermanos y otros pendejos, a mis animales, a esas imágenes silvestres, llenas de furia y de alegría de la infancia, de soledad, de fantasmas.