Los duros relatos y las secuelas de las víctimas del portero abusador de Núñez

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“Había un programa de fútbol que no podía mirar porque estaba de fondo en los momentos en los que ocurría esto”. Los relatos de las víctimas del portero provocan escalofríos. Son

siete testimonios duros, estremecedores. Coinciden en la mecánica de los ataques sexuales ejecutados por Isidro Álvarez (63), el encargado de un edificio del barrio porteño de Núñez, y describen la perversidad de un hombre que evidentemente se sintió impune durante décadas e, incluso, ante los ojos de su mujer y sus familiares más cercanos.

Los abusos, según se desprende de la causa judicial a la que tuvo acceso PERFIL, ocurrieron entre los años 1995 y 2019, cuando las víctimas tenían entre 7 y 11 años. Las chicas crecieron, pero el encargado no las soltó: comenzó a acosarlas en el ascensor y otras partes de la torre de la calle Cuba al 2900, donde él seguía trabajando como si nada. Hoy, muchas de ellas tienen 25 o 30 años, pero las secuelas de los ataques continúan como esas cicatrices de nacimiento que nunca se van.

El portero, que fue detenido el 27 de octubre en el mismo edificio donde ocurrieron la mayoría de los ataques, está acusado por los delitos de “abuso sexual y corrupción de menores”.

Muchos de los hechos ocurrieron en la portería del edificio, pero también en el cuarto donde el encargado guardaba sus elementos de trabajo o en el ascensor. Entre las víctimas hay hijas de sus familiares, amigas de su propia hija y hasta menores que cuidaba su mujer en el noveno piso.

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Esta semana, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 34 de la Ciudad de Buenos Aires dispuso el procesamiento del portero, medida que el jueves pasado fue apelada por la defensa del acusado.

Para la Justicia “se advierte un patrón de conducta” del portero, quien cometió los abusos “en conocimiento pleno de todos los sitios del edificio donde vive y además trabaja como encargado”.

En el expediente, la mamá de una de las abusadas reproduce los padecimientos de su hija. “Su cuerpo comenzó a darle asco, sentía que su cuerpo no era su cuerpo, sino como que era un cuerpo tocado, que era asqueroso, que no era propio”, recuerda sobre los trastornos que sufrió desde que comenzaron los abusos.

Mariana (se preserva su nombre real para resguardar su intimidad) tenía 12 años. Era domingo. Estaba afuera de su casa jugando con la manguera. Hacía calor. “De repente la veo desesperada pidiéndome ayuda. Me pedía que le abriera la puerta. Yo no entendía lo que estaba sucediendo”, recuerda su madre.

“Cuando le abrí la puerta –continúa su relato– corrió a la habitación, llorando. Ahí escuché el ruido de la moto de Isidro. Lo hice pasar, se sacó el casco, la mochila y como hacía mucho calor le ofrecí un vaso con agua. Se sentó y le dije ‘mi hija me acaba de decir que la última vez que viniste a almorzar la agarraste, la quisiste meter al baño y que le quisiste dar un beso’. Él se empezó a reír y me dijo que eran travesuras de criaturas, como que eran inventos de ella y que nos iba a meter en muchos problemas, por el carácter que tenía”.

“Isidro se fue y enseguida la fui a ver. Lo único que me decía era: ‘Por qué le diste un vaso con agua’. Yo no entendía, ella no dejaba de llorar y lo único que hacía era reprocharme eso”, explica la mujer ante el juzgado interviniente.

“Desde muy chica –sigue el relato– ella empezó con cambios muy notorios. Era una niña muy feliz, incluso yo le había puesto el apodo de ‘pispireta’. Ahora es una nena totalmente distinta. Vive triste, su mirada es triste, por ratos está bien y se puede hablar con ella y por ratos te odia. No puede tener amigas, ni novio, se viste con ropa de grande. Se pone mi ropa. Se corta hace dos años. Se autolesiona con navajas o se lastima los nudillos golpeando la pared. Cuando ella se pone ropa grande, yo sé que se autolesionó. No deja que nadie la toque”.

En la causa también declaró la hermana de la chica. No solo para reforzar su versión sino para dejar claro las secuelas de los abusos que sufrió: “Empezó a autoflagelarse antes de los 15 años, no quería juntarse con amigas, no quería salir, las amistades que tenía no le duraban, porque ella no quería salir. Ella siempre había sido una chica normal, le gustaban los animales, era alegre, pero todo cambió cuando fue abusada”.

La causa contra el portero abusador se inició en el mes de mayo de 2021, cuando una de sus víctimas decidió contar los ataques que sufrió en su infancia, años después luego de asimilarlo. Más tarde se fueron sumando más denuncias.

Una de las niñas, que era compañera de colegio de la hija mayor del portero, relató que fue sometida sexualmente de “manera reiterada y sistemática, entre una y dos veces por semana, entre los años 1995 y 1998”.

Según consta en la causa, el imputado “aprovechó que la niña emprendía el regreso a su casa para encontrarla en la planta baja o acompañarla desde el último piso hasta la planta baja, donde la agarraba y la introducía en el cuarto donde se guardaban elementos de limpieza del edificio”.

“Cuando intentaba salir de esa situación, colocaba los brazos de la niña alrededor de su cuello para que lo sujetara y mientras tanto la apretaba contra su cuerpo para que no pudiera salir. Cuando la dejaba ir, Isidro le entregaba dinero a la niña y le decía que no contara lo sucedido”, se indica en el procesamiento.

La mujer de Isidro –según se indica en la causa en base a los testimonios reunidos– habría advertido sobre varias situaciones de abuso. “En algunas oportunidades, tales actos fueron interrumpidos por la pareja del denunciado, Antonia Vega Méndez, quien lo vio en la cama con su hija y sus amigas, y las llamaba para que salieran de la habitación”.

El caso de su sobrina

Entre las víctimas del portero de Núñez se encuentra otra de sus sobrinas, quien declaró en la causa haber sido abusada reiteradas veces, entre los años 2014 y 2016, cuando tenía entre 9 y 11 años.

Varias de las víctimas del portero cuentan con el patrocinio gratuito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). María de los Ángeles Giménez y Walter Reinoso, a cargo de la comisión 1309, las acompañaron estos años a partir de la primera denuncia.

A diferencia de los otros casos, los ataques no ocurrieron en el edificio de la calle Cuba, sino en el domicilio particular de la vícima. “Durante el año 2016, en ocasión de un asado, se encontraba jugando en el patio de la casa e ingresó para buscar tizas para dibujar. Al hacerlo vio a su tío Isidro Álvarez medio escondido detrás de una cortina. El denunciado le pidió a su sobrina que se acercara y, cuando ella lo hizo, él la sujetó con fuerza de un brazo mientras se tocaba la bragueta de su pantalón. Ante tal circunstancia, la niña sintió temor de lo que Isidro pudiera hacerle, forcejeó y pudo zafarse”, se indica en la causa.

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