Un día después de que la capital de Brasil fuera atacada por los partidarios de su predecesor, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva trabajaba desde su oficina, donde se reunía
con los gobernadores del país, así como con los presidentes del Congreso y la Corte Suprema. “No vamos a permitir que la democracia se nos escape de las manos”, dijo Lula en la reunión. “Quieren un golpe de Estado y no habrá golpe de estado”.
Los 27 gobernadores aceptaron la invitación de Lula, incluso los aliados del expresidente Jair Bolsonaro como el gobernador del estado de San Pablo, Tarcísio de Freitas, para reunirse en el Palacio de Planalto, también dañado por los alborotadores. “La democracia brasileña se fortalecerá aún más”, dijo el gobernador después de la reunión.
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El Presidente, los gobernadores, los jefes de Congreso y los jueces de los tribunales caminaron juntos hasta el edificio de la Corte Suprema, que también había sido objeto de vandalismo, mientras se realizaban manifestaciones en defensa de la democracia en varias ciudades del país, incluida San Pablo.
En el Congreso, que también fue atacado el domingo, un decreto para intervenir en el Gobierno del Distrito Federal hasta fines de enero fue aprobado por la Cámara de Diputados en una votación simbólica. El Senado abordará el proyecto de ley el martes.
