General invierno

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Como frente al ejército napoleónico y más tarde al del III Reich, Rusia vuelve a apostar al “general invierno”. Vladimir Putin intenta matar de frío a los ucranianos.

Procura que las nevadas y temperaturas congelantes hagan el trabajo que no están haciendo las tropas que masivamente está enviando a Ucrania.

Relevó a todos los generales que iniciaron la invasión, incluido el coronel general Alexander Lapin, quien llegó al Donbass con las condecoraciones que ganó en los campos de batalla sirios y fue nombrado “héroe de Rusia” por la conquista de Luhansk, pero después empezó a coleccionar derrotas ante la contraofensiva de los ucranianos.

Al Kremlin ya no le quedan generales a los que confiar la victoria militar en el combate entre tropas, por eso giró su estrategia apostando al “general invierno”. Asumiendo que la desmotivación de los soldados rusos en esta guerra injustificada es un factor difícil de revertir, Putin recurre a lo que pretendía evitar para no afectar aún más la imagen de Rusia y de su invasión a Ucrania: su poderío misilístico usado contra la población civil.

Lluvias de misiles se abaten sobre las urbes y sobre las redes de distribución de gas y electricidad. El aliado de esta cruel ofensiva es el invierno que congelará a los ucranianos al destruirles la capacidad de generar calefacción.

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Siempre al “general invierno” lo ayudaron generales rusos de carne y hueso. Mijail Kutúsov conquistó celebridad en la guerra ruso-turca de fines del siglo XVIII y enfrentando a los ejércitos de Napoleón a comienzos del siglo XIX; mientras que el mariscal Zhúkov venció a las tropas de la Wehrmacht en Moscú, Leningrado, Stalingrado y Kursk, además de haber comandado la Operación Bagration que replegó a las fuerzas alemanas hasta su propio territorio y finalmente coronó la victoria con la toma de Berlín.

En esta oportunidad, más que los generales, serán los misiles rusos y los drones iraníes los que atenazarán la resistencia ucraniana contra el frío invernal, intentando doblegarla por completo. El jefe del Kremlin espera que destruir infraestructura de producción y distribución de gas y electricidad, además de matar civiles o dejarlos a la intemperie bombardeando ciudades, le permitirá lograr lo que no consiguieron sus estrategas y sus tropas: vencer la tenaz resistencia del país invadido.

Mientras los ucranianos enfrentan el frío y los bombardeos, los líderes noroccidentales dejan a la vista su desconfianza hacia Volodimir Zelenski. Una ayuda inesperada para el aislado y ofuscado presidente ruso.

Los misiles que causaron destrucción y dos muertes en Polonia crearon oscuros dilemas a la OTAN. Ocurre que dos de las hipótesis sobre lo ocurrido plantean escenarios de pesadilla. La primera es que haya sido un ataque deliberado de las fuerzas rusas, para sondear la reacción de la alianza atlántica y su verdadera predisposición a entrar en confrontación directa con Rusia.

La segunda hipótesis apunta a un ardid de los ucranianos para lograr lo que Zelenski ha buscado, sin éxito, desde que comenzó la invasión: que la OTAN entre en guerra con Rusia.

El o los misiles que cayeron en Polonia dejaron a la vista que los líderes de Europa y Estados Unidos sospechan más de una operación montada por Zelenski que de un ataque deliberado de Putin.

En la historia hay muchas operaciones de ese tipo. Nunca se disipó la sospecha de un auto-atentado en el hundimiento del acorazado Maine en la bahía de La Habana, para justificar la guerra en la que España perdió, a finales del siglo XIX, Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, convirtiendo a Estados Unidos en lo que hasta entonces había sido el estado ibérico: un potencia de ultramar.

La asimetría entre el poderío militar ruso y el de Ucrania justifica que Zelenski procure que las potencias de Occidente envíen tropas a Ucrania y ataque por aire a los invasores en Donbass, en Crimea, en el Mar Negro y en la mismísima Rusia. Lo que no se justificaría es que, por no tener efecto sus pedidos y gestiones, intente activar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte lanzando proyectiles a Polonia para culpar a Rusia de las muertes y la destrucción que ocasionen.

Si fue un ataque ruso efectuado de manera deliberada, la OTAN enfrentaría un dilema atroz: tomar represalias militares contra el país que atacó a uno de sus miembros, como establece el quinto artículo de su constitución, o dar prioridad a la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada, que evitó choques entre superpotencias porque una confrontación de ese tipo desembocaría en una deflagración nuclear en la que todas las partes sufrirían destrucciones devastadoras.

En caso de descubrirse que, disparando misiles a una aldea polaca, Putin quiso verificar qué tan dispuesta está la OTAN a entrar en choque directo con Rusia, los líderes de las potencias noroccidentales no pueden quedar de brazos cruzados porque sería una señal que alentaría al líder ruso a nuevas guerras de expansión. Por ejemplo, lanzarse sobre el Transdniéster para arrebatar a Moldavia y anexar a Rusia ese territorio que las milicias pro-rusas separaron de hecho en 1992.

También genera un dilema atroz que las explosiones que causaron destrucción y muertes en Polonia respondan a un plan urdido en Kiev para crear un casus belli.

Si se probara que se trató de un ardid ucraniano para causar una guerra directa entre la alianza atlántica y Rusia, el carácter deliberado del hecho debería provocar represalias de la OTAN, pero contra Ucrania. O sea que, de ser esa hipótesis la acertada, al artículo cinco del Tratado del Atlántico Norte, por el cual la OTAN debe atacar a la potencia que agreda a cualquiera de sus miembros, debería aplicarse al país invadido al que llevan meses asistiendo con miles de millones de dólares en armamentos y ayudas económicas. Ergo, una situación contradictoria hasta el absurdo.

Es evidente que Biden no soporta al presidente ucraniano. Tampoco quieren a Zelenski varios líderes europeos. Y se notó que, tanto en Washington como en Bruselas, hubo una tendencia a sospechar de un complot urdido en Kiev para obligar a la OTAN a lo que no quiere: entrar en guerra directa con Rusia. Pero todos saben que el joven actor cómico que quedó en el centro del escenario bélico, es una pieza clave en la resistencia de Ucrania. Zelenski sorprendió a Putin y al mundo entero por su actuación desde que comenzó el conflicto. Si su imagen se derrumbara, se abriría un flanco de vulnerabilidad. Y los líderes de la OTAN tienen en claro que la prioridad es el fracaso del líder ruso.

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Volodimir Zelenski | Foto:cedoc