En Heliópolis le prenden velas a Lula para reactivar el consumo popular

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La mayor favela de San Pablo

Casi una ciudad en si misma con 220.000 habitantes, los distritos de la favela muestran a horas de la elección un sólo color: el rojo del Partido de los Trabajadores (PT). "Bolsonaro nos trajo dolores de cabeza, hambre y complicaciones para el día a día", resume Lía, encargada de la biblioteca infantil de Heliópolis.

(Desde San Pablo) - En Heliópolis, la favela más grande de San Pablo con 220.000 habitantes, la inflación de alimentos que se siente el doble que la que marca el índice oficial ha motorizado parte del voto en contra del presidente Jair Bolsonaro y es por eso que ninguna bandera con la cara del jefe del Estado flamea en las pequeñas calles ni desde las ventanas de las casas "naranjas" con ladrillo hueco a la vista sin revoque.

A horas de la elección más importante de la historia moderna de Brasil, en un día gris lluvioso, el único color que flamea es el rojo del Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva, que ha pisado fuerte en Heliópolis, ya que desde allí, antes de iniciar la campaña, el exmandatario hizo un acto para pedir a los jóvenes de 16 años que se inscribieran ante la justicia electoral y poder votar en 2022.

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"Heliópolis le va a responder a Lula. Queremos sacar a Bolsonaro, que no ha hecho nada por nuestra comunidad", dijo a Télam José Gilberto, un inmigrante interno del estado de Pernambuco, dueño de un bar donde vende principalmente cachaca, el aguardiente brasileño a base de caña de azúcar.

El bar, un viernes antes del anochecer, está vacío. Como la clientela ha bajado considerablemente por la crisis económica se dedica, también, a arreglar cocinas.

"En la época de Lula había crédito para comprar electrodomésticos, ahora todo se arregla hasta que no funcione más", comentó este brasileño que en el medio del bar de 5 metros cuadrados donde como decoración tiene jaulas con los canarios que colecciona.

En Brasil, las clases bajas son las que más sufrieron la inflación que golpea al país desde 2021, sobre todo porque pese a la caída del precio de los combustibles, los alimentos continuaron elevándose, en el marco de la política no intervención declarada públicamente por el presidente Bolsonaro.

El 78% de las familias brasileñas están endeudadas.

El precio de los alimentos de la canasta básica subió 25,3% en los últimos doce meses, contra el 9% acumulado en el mismo período del índice oficial de inflación IPCA.

La favela de Heliópolis tiene varios distritos, una vida empujada por el consumo popular, las tiendas baratas y posibilidad de comprar comida a un precio tres veces inferior que en otros barrios de San Pablo.

El comercio popular es el motor de la favela, donde trabajan las empleadas domésticas, choferes, entregadores de comida y ascensoristas de las empresas y las clases altas de San Pablo, la ciudad ícono de la desigualdad, con 45.000 personas sin techo viviendo en las veredas.

En todas las calles de Heliópolis, favela surgida en 1971 y ubicada en el barrio de Ipiranga, hay banderas de Lula y del PT.

No hay rastros de Bolsonaro ni de sus candidatos a Gobernador de San Pablo o a diputados como sí en otras partes de la ciudad. Heliópolis podría ser una ciudad en sí misma, con grandes centros deportivos y un auditorio para la orquesta sinfónica infantil. Es uno de los ejes de las políticas sociales acumuladas entre gobiernos y organizaciones no gubernamenales.

Una motocicleta con la cara de Lula en parte delantera recibe a Télam en la puerta de otro bar. El tránsito es intenso, hay automóviles de todas las gamas, incluso entran Mercedes Benz que se mezclan con los carros de los cartoneros que vuelven del centro de la ciudad para poder vender lo que recolectaron.

"Nuestro día a día es tranquilo dentro de la comunidad. Hay más violencia en el resto de la ciudad, acá nos conocemos todos. Bolsonaro nos trajo dolores de cabeza, hambre y complicaciones para el día a día", dijo Lía Santos, encargada de la biblioteca infantil de Heliópolis.

Allí, por ejemplo, hay charlas sobre la historia de Brasil para adolescentes y espacio para que niños puedan llevarse prestados libros o escuchar cuentos en el lugar.

Al lado de la biblioteca brilla el restaurante Mac Favela, todo un símbolo que tiene hamburguesas gigantes por 10 reales (2 dólares).

La economía popular brasileña tiene, sobre todo, originalidad. No hay nada que el brasileño no pueda inventar.

Es por eso que el líder comunitario Marcelo Da Silva, de la entidad Acción Comunitaria Nueva Heliópolis, logra financiar su proyecto social para dar comida a las personas más pobres con la empresa de logística Favela Express.

La empresa nació en la pandemia para financiar los proyectos sociales.

Muchos carteros que llevaban encomiendas hechas por internet a Heliópolis sufrían robos al ingresar a la favela, entonces grandes tiendas necesitaron encontrar un socio de logística dentro de la comunidad.

"Recibimos los paquetes por día y los distribuimos con ocho automóviles. Ellos ganan en eficiencia y seguridad a cambio del trabajo de logística que les ofrecemos para que esos ingresos financien los proyectos sociales", comentó el líder comunitario a Télam.

Los salones de belleza se llenan a bajos precios los fines de semana para uno de los deportes favoritos de las brasileñas, ir a pintarse las uñas, teñirse las cejas con henna y ponerse pestañas postizas.

El de las peluquerías populares es uno de los mayores emprendimientos de las favelas de todo Brasil.

Votante del PT y de Lula, Zeca, dueño del bar Zequinha ubicado al lado de un local donde se reparten folletos partidarios, lamenta que la crisis redujo la clientela. De todos modos, arriesgó y reformó su bar porque cree que el consumo popular, si vuelve Lula, también volverá.

El discurso de Lula -criticado por sectores progresistas del PT- de que el pueblo apenas quiere mejorar la vida para ser feliz con un pedazo de picaña y una cerveza el fin de semana encaja perfectamente en Heliópolis.

"Antes -dijo Zeca- la gente salía y pasaba varias horas en el bar, mientras que ahora se quedan varias horas pero sin consumir nada. Pocos pueden comerse una carne a la parrilla. Mucha gente perdió el empleo y vive en la informalidad. Conozco a muchos que volvieron al nordeste, de donde habían salido sus padres escapando del hambre, porque en San Pablo ya no tienen lugar".