Murió Mikis Theodorakis, creador comprometido con sus ideales

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"No tiene sentido un artista que a través de su obra no se comprometa con unos ideales. El artista ha de creer en esa imagen día a día, y ser fiel

a la misma. Es decir, a sí mismo”. Mikis Theodorakis lo expresó alguna vez, y lo mantuvo siempre. Su increíble obra musical -que abarca un repertorio que va desde la música clásica hasta el folclore griego, en un millar de composiciones- fue paralela a su compromiso político.

Y aunque éste varió en cuánto a la definición “partidista” (comunista convencido, también supo ser ministro de un gobierno conservador) no lo hizo en cuánto a su concepto, siempre se definió en la opción por los más débiles, la justicia social y el progresismo bien entendido.

Algo que traía desde muy joven, cuando se enroló en la militancia antifascista y no lo combatió sólo desde la s tribunas sino desde la acción: estuvo en la resistencia griega frente a la invasión de las tropas de Mussolini y Hitler, lo que le costó prisión y torturas. Lo mismo le ocurrió más adelante con los fascistas de su propio país, la dictadura de los coroneles a fines de los '60, que lo envió a un campo de concentración, del cual recién pudo salir por la presión internacional.

Mikis Theodorakis dirige su orquesta en un ensayo en el Herodium Atticon, en la escalinata de la Acróopolis, en Atenas, en mayo de 2001. Foto EFE

Mikis Theodorakis dirige su orquesta en un ensayo en el Herodium Atticon, en la escalinata de la Acróopolis, en Atenas, en mayo de 2001. Foto EFE

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Su trayectoria

Theodorakis compuso óperas, oratorios, sinfonías, sonatas, música de películas (entre ellas las inolvidables Zorba, el Griego, Z y Sérpico), música para teatro y ballet. Abrevó tanto en las tradiciones griegas como en el repertorio clásico: Beethoven era su ídolo de joven y cuenta que, al escuchar La Novena Sinfonía, sintió que también su propio destino estaba en la música y en la composición.

Por su versatilidad y universalidad, por su vida increíble y por atravesar las situaciones más extremas -aquellas prisiones lo colocaron en la frontera de la muerte-, pero también por su compromiso y por los reconocimientos, Theodorakis bien tiene un lugar entre los mayores exponentes de la cultura mundial del último siglo.

El director Michael Cacoyannis, Theodorakis y Anthony Quinn, durante el rodaje de la película "Zorba, el Griego", en Grecia, en 1964. Foto EFE

El director Michael Cacoyannis, Theodorakis y Anthony Quinn, durante el rodaje de la película "Zorba, el Griego", en Grecia, en 1964. Foto EFE

Hijo de un funcionario, nació el 29 de julio de 1925 en la Isla de Quíos. Por el trabajo de su padre, vivió en numerosos pueblos de provincia, aunque su etapa formativa se dio en Trípolis. Allí, después de aquella “luz” que significó acceder a Beethoven, comenzó sus estudios musicales y a los 17 años ofreció su primer concierto, junto a sus compañeros de estudio.

Pero ya habían llegado las tropas de ocupación, primero italianas y luego los nazis alemanes. Theodorakis se enroló en la resistencia, a la vez que compuso su primera canción: El Capitán Zacarías. Se convertiría en el himno de esa resistencia. Detenido por las fuerzas de Mussolini, recién fue liberado sobre el final de la Segunda Guerra Mundial.

Allí no concluyeron las penurias griegas, ya que monárquicos y conservadores por un lado, y comunistas por otro, se enfrentaron en una Guerra Civil. Theodorakis tomó parte por la izquierda (el ELAS, Ejército de Liberación Popular) y esto le costó una nueva reclusión en un campo de concentración, en la Isla de Maikronissos, donde igualmente compuso su primera sinfonía.

Mikis Theodorakis cuando presentó su libro "Monologues in the Twilight", retratado en su hogar, en marzo de 2017. Foto EFE

Mikis Theodorakis cuando presentó su libro "Monologues in the Twilight", retratado en su hogar, en marzo de 2017. Foto EFE

Cuando recuperó su libertad, también pudo retomar sus estudios musicales. Se graduó en 1954 en el Conservatorio de Atenas y recibió una beca para estudiar análisis musical y composición en París, bajo la guía de Olivier Messiaen y Rene Leibonetz. Fue, también, un período intensamente creativo, del cual se recuerdan su música para el ballet de Antígona, nuevas películas y la Suite N° 1 para piano y orquesta, que le deparó una medalla de oro en el Festival de Moscú.

A principios de los '60, Theodorakis ya gozaba de gran prestigio en su país: fue designado para musicalizar textos de Yorgos Seferis y Odysseas Elytias (ambos Premios Nobel), y compuso para los Epitafios, poemas en homenaje a la muerte de un tejedor. También fundó la Sinfonía de Atenas, con la cual promovía las obras de los jóvenes compositores griegos y llevaba la música por todo su país.

No dejaba su militancia política -en 1964 fue electo por primera vez al Parlamento por una alianza entre socialistas y comunistas-, pero ese mismo año compone una de sus obras mayores, la música para Zorba, el Griego. Y con su obra de teatro La canción del hermano muerto intenta lo que, finalmente, se dio como un imposible: acercar a las fracciones políticas griegas que se venían enfrentando desde décadas anteriores.

En julio de 1970, a sus 44 años, cuando en Nueva York renuncia a ser delegado de las Naciones Unidas. Foto AP

En julio de 1970, a sus 44 años, cuando en Nueva York renuncia a ser delegado de las Naciones Unidas. Foto AP

El golpe de Estado de 1967, que implantó la dictadura de los coroneles, dio nuevamente con Theodorakis en la cárcel. Y su música fue prohibida. Junto a su esposa, y sus hijos Margarita y Yorgos, fueron enviados a un remoto pueblo del Peloponeso y luego a un campo de concentración en Oropos. Lo pagó con el deterioro de su salud.

Ni aún así dejó de componer -hizo llegar sus obras en forma clandestina- ni promover la formación de un Frente Patriótico para enfrentar a la dictadura. Fue la presión internacional la que consiguió arrancarlo de esa situación. Los mayores referentes culturales de la época (Pierre Boulez, Stravinski, Zimmerman, Shostakovich, Harry Belafonte, Arthur Miller, entre ellos) se movilizaron para lograr su libertad, y Theodorakis pudo marcharse a París.

Recién en 1974, cuando los militares -desgastados y cercados- le entregaron el poder al conservador Karamanlis, Theodorakis pudo volver. Como lo que era, un auténtico héroe nacional, el músico del pueblo. Una multitud acudió a recibirlo al Aeropuerto de Atenas.

27 de junio de 1968: Theodorakis es abrazado por sus hijos, Margarita y Giorgios, tras ser liberado de prisión, en Atenas. Foto AP

27 de junio de 1968: Theodorakis es abrazado por sus hijos, Margarita y Giorgios, tras ser liberado de prisión, en Atenas. Foto AP

Sus conciertos se fueron espaciando, no así su obra de compositor. La política lo iba atrapando, pero también los reconocimientos. Imparable, formó el Movimiento para la Cultura y la Paz, en 1976, y la conferencia Cultura y socialismo en la isla de Creta, en la que disertó Mitterrand. El régimen soviético le concedió el Premio Lenin de la Paz, pero también recibió la máxima distinción del Senado de los Estados Unidos.

Intercedió por la paz entre árabes e israelíes, luchó contra la proliferación de armas atómicas, denunció a las dictaduras de todo el mundo. Y al mismo tiempo ofrecía conciertos, o dirigía la Orquesta Sinfónica y Coro de la radio griega, estrenaba Medea, era director musical de la TV de su país...

Sobre sus múltiples facetas y su personalidad arrolladora, escribió: “La música es como una gran fuente de donde proceden, en mi caso, todas las demás cosas. La política, lo mismo que el gobierno, es el medio para que los pueblos se sientan libres. Yo, por mi parte, me siento libre, sobre todo en las dificultades”.

Agosto de 1974: Theodorakis talks con la cantante Maria Farandouri, mientras grababan. Foto AP

Agosto de 1974: Theodorakis talks con la cantante Maria Farandouri, mientras grababan. Foto AP

Volvió al Parlamento en otros dos períodos durante los '80, aunque a principios de los '90 se distanció de los comunistas griegos, aceptando un sitio en el gabinete del conservador Constantino Mitsotakis.

Su opción por los más humildes, sus alegatos por la paz y la libertad, y sus denuncias contra la corrupción y los crímenes de Estado fueron permanentes. Y cuando Grecia se vio sacudida por la crisis de la última década, apareció otra vez ante su pueblo en una de las manifestaciones contra las imposiciones del FMI.

"Luché con las armas en la mano contra los ocupantes nazis, conocí los calabozos de la Gestapo. Fundé el Frente Patriótico contra la junta militar. Luché en la clandestinidad. Fui detenido y encarcelado... Pero aquí sigo. Es probable que el día de la salvación de mi querida patria ya no esté entre vosotros. Pero moriré con la conciencia tranquila, porque cumpliré hasta el final con mi deber para los ideales de libertad y derecho”, dijo.

Theodorakis deja un impresionante legado. En lo político y en lo cultural. Su música es Grecia en toda su amplitud -desde las tradiciones hasta la modernidad- y su militancia, de un valor universal.

POS