A un año de la explosión de Beirut: "Pasar por ahí todavía me da escalofríos"

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Fue en diciembre de 2020 que Marcelo Fernández (51) vio por primera vez en persona el epicentro de la explosión en el puerto de Beirut que había devastado

la ciudad cinco meses antes.

Tras seguir lo que había ocurrido aquel 4 de agosto a la distancia, se había preparado para encontrarse con un escenario de algunos escombros y edificios dañados. Las fotos de la catástrofe, sin embargo, no podían prepararlo para lo que vio finalmente en el lugar.

Me dio escalofríos. Y cada vez que paso ahí, me vuelve a agarrar la misma sensación. La violencia de la explosión y la onda expansiva es algo que impresiona”, confiesa Fernández, un médico rosarino que actualmente se desempeña como el Jefe de la Misión de Médicos sin Fronteras enEl Líbano, en una charla telefónica con Clarín.

beirut

Instalado en Beirut desde enero de 2021, Fernández pasa al menos una vez por semana frente a la zona de la explosión. Un año después, los esfuerzo de reconstrucción han sido casi nulos y el paisaje de destrucción sigue prácticamente inalterado.

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Lejos de aparecer de golpe, la zona afectada se abre de forma gradual. Viajando arriba de un auto, varios cientos de metros antes se empiezan a ver edificios destruidos, escombros, restos metálicos retorcidos. Hay algunas construcciones que han sido reparadas, dado que es una zona de alto poder adquisitivo, pero hay muchos cuyo único destino es ser demolido.

En el el epicentro de la explosión están los restos de los silos que aún permanecen en pie. Más allá se ven barcos hundidos. Entre los restos de las estructuras, se ven parches de vegetación saliendo del suelo. Tras pasar el lugar, la postal del daño se repite por varias cuadras de forma idéntica a lo se veía del otro lado.

“Todavía no pude sacarle una foto, me da vergüenza”, afirma Fernández, quien señala que el impacto de la explosión aún se siente en carne viva en Beirut, donde no hay nadie que no recuerde que estaba haciendo exactamente a las 18.07 del 4 de agosto. Un año más tarde, los relatos de los detalles de ese día siguen frescos en la memoria.

Marcelo Fernández, el médico rosarino que actualmente es el Jefe de la Misión de Médicos sin Fronteras en El Líbano. Foto: MSF

Marcelo Fernández, el médico rosarino que actualmente es el Jefe de la Misión de Médicos sin Fronteras en El Líbano. Foto: MSF

En una ciudad traumatizada por la acumulación de tragedias, desde la desesperante crisis económica y el caos político hasta los estragos generados por la pandemia, la explosión es vivida como una suerte de golpe final al sistema.

Fue la gota que colmó el vaso, el desencadenante de una sensación general de desesperación que pareciera preguntar 'qué más nos puede pasar'”, completa.

Una tragedia que aún flota en el aire

Hay una dimensión de la explosión en el puerto de Beirut que puede narrarse a través de los números. La detonación se produjo debido a la acumulación cientos de toneladas de nitratos de amonio mal almacenados en el hangar número 12.

Hubo al menos 214 muertos, 6500 heridos, 300 mil desplazados y una gran destrucción en la ciudad. Según un informe de la ONU, unos 9700 edificios quedaron dañados o destruidos.

Vista de un barco hundido, una secuela de la explosión de Beirut. Foto: EFE

Vista de un barco hundido, una secuela de la explosión de Beirut. Foto: EFE

Los coletazos de la tragedia se siguen viendo actualmente en las miles de personas con secuelas psicológicas que deben convivir con el recordatorio diario de la catástrofe vivida. Un deterioro en el nivel de salud mental que atraviesa transversalmente a una población que aún mira con reticencia los tratamientos para lidiar con este tipo de problemas.

“Estamos viendo efectos de estrés postraumático. La gente no va al psicólogo, y esto se manifiesta a través de síntomas físicos, desde migrañas crónicas hasta dolores de espalda y problemas para dormir. De a poco empiezan a abrirse a la cuestión de la salud mental, pero sigue siendo un tema tabú”, explica Fernández, quien compara el ánimo general actual al que percibió en la Argentina tras el colapso de 2001.

“Hay una sensación de angustia generalizada, de no saber qué va a pasar de un día para el otro”, comenta.

Un año después de la explosión en Beirut, el estado de muchos edificios sigue igual. Foto: EFE

Un año después de la explosión en Beirut, el estado de muchos edificios sigue igual. Foto: EFE

La persistencia del trauma puede ser adjudicado en parte al hecho de que la reconstrucción de la zona afectada está prácticamente en foja cero debido a la crisis política. Luego de que el Primer Ministro, Hasan Diab, anunciara la renuncia de su gobierno tras la explosión, el país sigue un año después sin poder formar un gobierno.

Esta situación no sólo complica la organización de las labores de reconstrucción, sino que también paraliza la llegada de ayuda prometida desde el exterior para asistir con esta tarea. Francia es uno de los países que está al frente de la asistencia mundial, pero el requerimiento es que formen un gobierno y hagan cambios estructurales.

En las últimas horas, el Primer Ministro Najib Mikati, designado por el parlamento para tratar de formar un gobierno (el tercero en intentarlo luego de la renuncia de Diab), anunció un nuevo aplazamiento para la formación de gobierno, después de manifestar sus fallidas "esperanzas" para crear un Ejecutivo antes del aniversario de la explosión.

Un helicóptero apaga un incendio en en el puerto de Beirut. Foto STR / AFP

Un helicóptero apaga un incendio en en el puerto de Beirut. Foto STR / AFP

La clase política libanesa también están en el centro de las acusaciones por detener la investigación en torno a la explosión. En un comunicado dado a conocer este lunes, le ONG Amnistía Internacional afirmó que, a lo largo del último año, las autoridades libanesas han hecho "incansables esfuerzos" para proteger a los políticos y funcionarios del escrutinio, lo que "ha obstaculizado repetidamente el curso de la investigación".

Según documentos filtrados citados por la ONG, las autoridades aduaneras, militares y de seguridad, así como del Poder Judicial, advirtieron hasta en diez ocasiones a diferentes gobiernos nacionales de las "peligrosas reservas de sustancias químicas" que se almacenaban en el puerto de Beirut. A pesar de esto, no se tomó ninguna medida para intentar corregir la situación.

Un hombre se lleva a una niña herida entre escombros en el centro de Beirut, el 4 de agosto de 2020. Foto AFP

Un hombre se lleva a una niña herida entre escombros en el centro de Beirut, el 4 de agosto de 2020. Foto AFP

Crónica de una debacle

Muchos en El Líbano viven la explosión en el puerto como el corolario de una debacle política y económica de larga data. La corrupción y la negligencia de las autoridades están en el centro de las acusaciones. El agotamiento y la furia provocado por la tragedia sólo acentúa la frustración de que las manifestaciones de 2019 no lograron en esencia cambiar nada.

Vista general de la escena de la explosión en el puerto de Beirut, la capital del Líbano. Foto de STR / AFP

Vista general de la escena de la explosión en el puerto de Beirut, la capital del Líbano. Foto de STR / AFP

Las protestas masivas que se desataron en octubre de ese año luego de que el gobierno intentara imponer un impuesto a las llamadas por Whatsapp fueron vividas en su momento como un potencial punto de inflexión de cara al futuro.

Por primera vez, las revueltas contra la dirigencia, una suerte de “que se vayan todos”, parecían reunir a toda la población del país, históricamente dividida por motivos religiosos y políticos en tres facciones claras: los cristianos, los sunnitas y los chiítas.

El fracaso del movimiento en lograr su cometido repercutió en el ánimo de la población y sólo pareció acentuar la crisis, que a esta altura es total. La moneda local se ha desvalorizado a una velocidad estrepitosa, desde 1500 liras libaneses por dólar que valía hace 18 meses hasta las 15 mil liras actuales que equivalen un dólar.

La destrucción a lo largo de una calle en el centro de la capital del Líbano, Beirut. Foto de STR / AFP

La destrucción a lo largo de una calle en el centro de la capital del Líbano, Beirut. Foto de STR / AFP

"Noto una sensación de resignación en la población. No veo una furia interna, pero creo que está muy vinculado al pasado reciente, que fue muy traumático. En algunos sectores está latente el temor a que si hay manifestaciones abiertas, se corre el riesgo de caer en conflictos como el de la guerra civil que se vivió en el país entre 1975 y 1990", explica Fernández. 

La crisis económica afecta aspectos cruciales, desde la medicina hasta la provisión de energía. Hay problemas para el abastecimiento de vacunas para enfermedades como rabia y tétanos. Tener que recorrer hasta entre 10 y 15 farmacias para conseguir un remedio para tratar la hipertensión no es inusual.

Los cortes de luz son constantes y afectan hasta el aeropuerto. Para cargar nafta, a veces es necesario hacer una cola de entre dos y tres horas, y hay un límite de carga de combustible de 20 litros por auto. Conseguir paracetamol es un lujo.

Un soldado del ejército libanés y un hombre se llevan a un hombre herido el 4 de agosto de 2020. Foto AFP

Un soldado del ejército libanés y un hombre se llevan a un hombre herido el 4 de agosto de 2020. Foto AFP

“En mi casa tengo provisión eléctrica desde la red solo 2 horas por día, y después tengo luz gracias a equipos electrógenos provistos por la ciudad. Hay 6 horas que no tengo electricidad, entre las 5 y las 8 de la mañana, y entre las 17 y las 20. O sea, cuando me levanto y cuando vuelvo de trabajar”, comenta el médico rosarino.

Debido a su labor, Fernández debe recorrer las fronteras de El Líbano con Siria, una zona que hasta algunos años era considerada "caliente" a la que la pandemia y la crisis económica han terminado por enfriar.

"Ya no se ven los conflictos que se veían hace unos años. La frontera está totalmente cerrada por el coronavirus, entonces ya no hay personas intentando entrar. A eso hay que sumarle la catastrófica situación local, por lo cual no hay mucho incentivo para venir", explica.

El incendio en el lugar de una explosión, el 4 de agosto de 2020. Foto de STR / AFP

El incendio en el lugar de una explosión, el 4 de agosto de 2020. Foto de STR / AFP

Hay un cambio que Fernández remarca como ilustrativo de la situación. Hasta hace algunos años, los médicos de MSF trabajaban en la frontera casi exclusivamente con refugiados sirios, en la actualidad han empezado a atender libaneses, acuciados por el panorama.

Fernández recuerda con un dejo de añoranza los comentarios que recibió de mucha gente cuando se enteraban que su próximo destino sería El Líbano. "Todos me decían que me iba a encontrar con gente cálida y abierta, casi como si fueran latinoamericanos. Pero por ahora, lamentablemente, lo único que se ve es tristeza".