En Juntos por el Cambio se impone el extremo centro de Horacio Rodríguez Larreta: ¿Se puede achicar la grieta?

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El desplazamiento de Mauricio Macri de la discusión por las candidaturas en el PRO abrió en los últimos días la posibilidad de que se imponga en la oposición el

catecismo del extremo centro que predica desde hace años Horacio Rodríguez Larreta. El hecho de que el mutis de Macri haya sido voluntario y que implique, al menos momentáneamente, también un corrimiento geográfico, y que esas dos cuestiones pueden generar la tentación de pensar en esa cuestión como una novedad originada en decisiones personales, no alcanza para esconder sus posibles consecuencias en la política.

Rodríguez Larreta consiguió que Patricia Bullrich no lo desafíe en una interna en la Capital Federal. Eso implica que volvió a afirmarse como jefe político del distrito que gobierna y que, sobre todo, ejerció esa jefatura por encima de la opinión contraria que mantuvo hasta último momento el hombre que lo convirtió en un político profesional capaz de competir en elecciones y que también es el fundador del partido que integra.

Pero ese logro de Rodríguez Larreta también dejó libre el camino para el salto de María Eugenia Vidal desde la provincia de Buenos Aires a la cabeza de la lista porteña.

Vidal, a diferencia de Bullrich, es de las políticas que cree que su misión es limar las diferencias con quienes tiene enfrente. Por necesidad o por convicción, como gobernadora mantuvo en la Provincia hasta el final de su mandato -mucho tiempo después de que Macri descartó esa posibilidad desde la Casa Rosada- un arreglo con Sergio Massa y con varios intendentes del peronismo.

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Igual que Rodríguez Larreta, Vidal juega a incluir entre sus apoyos a todos los dirigentes, interlocutores y votos posibles. Para llevar adelante esa opción, necesita pararse en el centro y eliminar de su discurso cualquier arista que la diferencie de manera singular.

En la provincia de Buenos Aires pasa algo parecido a lo que se ve en la Capital Federal. Con Vidal reaporteñada, Rodríguez Larreta quiere provincializar a Diego Santilli, y por eso el vicejefe de Gobierno formalizó en momentos recientes su migración a Tigre. Santilli, según el plan del Jefe de Gobierno, debe encabezar la lista bonaerense. Ex peronista, el segundo en la Ciudad nunca dejó de hablar con los dirigentes de ese partido y por eso es, como los animales anfibios, candidato forzoso en el proyecto centrista.

Todo indica que deberá enfrentar en la PASO a Facundo Manes, que por lo que se vio en la historia previa a su lanzamiento es un militante de esas vocaciones públicas que empiezan por excluir la diferencia y que muy pronto omiten la política. Otro centrista.

Por eso, el resultado de una interna entre Manes -apoyado por el radicalismo- y Santilli no va a modificar el perfil moderado de la oferta bonaerense de Juntos por el Cambio.

Hay una estrategia detrás de la intención de Rodríguez Larreta. Desde hace tiempo, el jefe de Gobierno dice que lo más inteligente es buscar los votos que pastan fuera de los refugios que armaron Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Esos ciudadanos hicieron presidente a uno y vicepresidenta a otra.

La novedad, sostiene Rodríguez Larreta, es que este año ya quedó claro que la moderación que en algún momento encarnó Alberto Fernández fue excluida por el peso de Cristina en las decisiones del Gobierno. “Alberto se corrió y el Frente de Todos se fue para el extremo de Cristina y yo quedo solo en el centro”, comenzó a repetir desde finales del año pasado Rodríguez Larreta.

Ese argumento está bastante arraigado entre buena parte de los consultores políticos, que cuando les toca asesorar a los candidatos les dicen que las elecciones suelen ganarse con los votos del centro. Para esa concepción, el centro es un lugar vacío de ofertas pero ocupado por votantes que van rebotando en cada turno electoral entre los candidatos que pescan desde las orillas. Pero la idea de Rodríguez Larreta es otra. Él no quiere seducir a los votantes que están en el medio del río: el quiere ser un candidato de centro, pretende ocupar ese lugar.

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Por supuesto, pararse en el centro abre el riesgo de que se consolide un espacio ubicado a la derecha de Juntos por el Cambio. Hasta hoy, Patricia Bullrich cumplía esa tarea de contención con bastante eficiencia. Con ella dentro del PRO, la opción de buscar una voz más dura como la de José Luis Espert fuera de Juntos por el Cambio había perdido sentido.

Por eso mismo, una de las principales tareas de Rodríguez Larreta será la de arropar a Bullrich y al propio Macri para que los electores enamorados de su retórica sin repliegues sigan teniendo una opción atractiva en la coalición opositora, y, de paso, le sirvan como pararrayos frente a las críticas del kirchnerismo.

¿La centralidad de Rodríguez Larreta generará algún cambio en el Frente de Todos? Hasta ahora, tanto Macri como Cristina se habían acomodado a que, con un núcleo insuficiente pero imprescindible de votos, podían obligar al resto de los dirigentes a seguirlos casi sin cuestionamientos.

Todo indica que, luego de casi dos años de desgaste, Alberto Fernández ya no está en condiciones de disputarle el liderazgo a la vicepresidenta. Sergio Massa es el que sostiene en el oficialismo postulados similares a los de Rodríguez Larreta, y por eso es que trabaja para instalar la idea del “alivio fiscal” para la clase media, su electorado de siempre. ¿Logran Alberto y Massa acomodar los muebles para cambiar el centro de gravedad en el Frente de Todos? Hasta ahora, no.

La idea que sostiene la vicepresidenta en privado y en público es que el Frente no tiene que descuidar a su electorado. Según ella, el Gobierno debe consagrarse, de manera primordial, a defender los intereses de quienes contribuyeron al regreso al poder. Así no hay manera de salir del extremo.

Por eso, como Cristina no parece dispuesta a correrse de la orilla, es que Rodríguez Larreta, ahora que dejó el paraguas que le proporcionaban los duros de su partido, comenzará a ser el blanco permanente de la confrontación. Falta saber si, bajo esos reflectores, conseguirá seguir navegando por el centro con su barco que acepta a todos adentro o si su perfil ganará el filo que requieren las disputas de la grieta.

Tampoco hay certezas para determinar si la actitud que despliega hasta ahora el Jefe de Gobierno es sólo una martingala de alguno de sus laboratorios electorales o si refleja efectivamente un pedido de la sociedad argentina que, a contramano de lo que ocurre en el resto del mundo, implica un regreso a la moderación política perdida. La elección será la mejor manera de comprobar cuál de esas dos posibilidades es cierta.