Un último acto de honestidad del Señor López que pocos estarían dispuestos a imitar

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Lisandro López no tenía pensado colgar los botines en Mozart y Corbatta. Lo había dejado claro hace un tiempo: “No vine con la idea de terminar mi carrera en Racing, no

lo tomo como mi último club porque ya no me da el cuero. Si las cosas van bien y estoy un año, cinco o diez más y me puedo retirar acá, mejor. Y si no, si estoy seis meses, no le hago un gol a nadie y todo el estadio me putea, seguramente iré a jugar a otro lado”.

Nadie insultó a Licha, el último ídolo vigente, pero se hubieran dispersado murmullos con público en la cancha. Aun con reflejos de ese talento que lo impulsó a jugar una década en Europa, el capitán sufrió esta etapa post pandemia y acrecentó una racha negativa de 25 partidos sin poder dejar su huella en la red. Quebró el maleficio contra Newell’s, justo en la fecha que cerró la malograda participación de la Academia en la Copa Diego Maradona. Su rendimiento osciló de un nivel regular a bajo, con muy pocas actuaciones destacadas y no había motivos para sostener a capa y espada su titularidad. En la tribuna virtual del Twitter, usualmente desalmada, se pedía su salida sin reparo en su currículum. En la misma red social también lo lloran.

Lisandro entendió que es mejor irse antes que ser echado. Que le había dado todo a Racing, el club que le abrió las puertas desde que vino de Rafael Obligado y se instaló en un departamento que le alquilaba el club a pocas cuadras del Cilindro y llegó a compartir con Mariano González. Si se cargó la responsabilidad al hombro después de la derrota con River en la Libertadores 2019. “Ahora tenemos que ser campeones de la Superliga”, sacudió en la conferencia de prensa, consciente de su rol referencial dentro del plantel. Fue justo en la previa de la cuarta fecha. Del éxito ante Central, el domingo siguiente, hasta la penúltima fecha con Tigre en Victoria, mostró el camino.

Durante una entrevista con Clarín, Darío Cvitanich contó que Lisandro nunca se relajaba. “Sos el capitán, el ídolo, el goleador, saliste campeón, la gente te quiere, bajá un cambio”, le decía en aquellos viajes que compartían en auto hasta el entrenamiento. Hasta ahora, claro. Al borde de cumplir 38 años, ya es marido y padre. Y quiere una vida más tranquila en un país que no será la Meca del fútbol, pero le dispensa condiciones y facilidades que aquí no encontrará para su nuevo proyecto familiar. Jugará en una MLS en constante crecimiento, pero sin tantas presiones. ¿Quién se lo puede reprochar? Si no son pocos los que creen que la única vía de escape está en Ezeiza.

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Amor. Licha y Mercedes, su esposa e hija del presidente Víctor Blanco. Juntos formaron una familia.

Amor. Licha y Mercedes, su esposa e hija del presidente Víctor Blanco. Juntos formaron una familia.

Nunca mostró dobleces Lisandro, muy a pesar de que alguna vez sus palabras tuvieron una resonancia tan grande que pesaron en las salidas de Claudio Ubeda y Ricardo Zielinski. Siempre se mostró auténtico. Tuvo valor para decir “me voy”. López es un señor. Y es suyo fue un acto de honestidad. De esos que no abundan y pocos, en todos los ámbitos, se animarían a imitar. Sobre todo en la clase política.