El asesinato del "cerebro" del plan nuclear de Irán puede limitar las opciones de Joe Biden para acercarse al régimen de Teherán

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El asesinato del científico que dirigió la búsqueda de un arma nuclear por parte de Irán durante las últimas dos décadas amenaza con paralizar el esfuerzo del presidente

electo Joe Biden para reactivar el acuerdo nuclear con Irán antes de que pueda siquiera comenzar su diplomacia con Teherán. Y ése bien pudo haber sido uno de los principales objetivos de la operación.

Los funcionarios de inteligencia dicen que hay pocas dudas de que Israel estuvo detrás del asesinato: tenía todas las características de una operación programada con precisión por parte del Mossad, la agencia de espionaje del país. Y los israelíes no han hecho nada para disipar esa opinión.

El primer ministro Benjamin Netanyahu ha identificado durante mucho tiempo a Irán como una amenaza existencial y nombró al científico asesinado, Mohsen Fakhrizadeh, como el enemigo nacional número uno, capaz de construir un arma que podría amenazar a un país de 8 millones de personas de una sola explosión. Pero Netanyahu también tiene una segunda agenda.

“No debe haber retorno al acuerdo nuclear anterior”, declaró poco después de que quedó claro que Biden, quien ha propuesto exactamente eso, sería el próximo presidente. Netanyahu cree que un programa de bombas encubiertas continúa y no tendrá restricciones después de 2030, cuando expiren los límites del acuerdo nuclear sobre la capacidad de Irán para producir tanto combustible nuclear como quiera. Para los críticos del acuerdo, ése es su defecto fatal.

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El cuerpo de Mohsen Fakhrizadeh. Reuters

El cuerpo de Mohsen Fakhrizadeh. Reuters

“La razón para asesinar a Fakhrizadeh no fue para impedir el potencial bélico de Irán. Fue para impedir la diplomacia”, escribió Mark Fitzpatrick, un exfuncionario de no proliferación del Departamento de Estado, en Twitter el viernes. Puede que hayan sido ambos.

Cualquiera que sea la combinación de motivos, Biden debe arreglar las piezas en sólo siete semanas. La pregunta es si el acuerdo que el mandatario electo ha delineado, que elimina las sanciones relacionadas con armas nucleares que el presidente Donald Trump impuso, se hizo pedazos junto con la muerte de Fakhrizadeh. La respuesta radica en gran parte en cómo reaccionará Irán en las próximas semanas.

Tres veces desde el comienzo del año, Irán ha sido el receptor de ataques muy visibles y muy dañinos.

Primero fue el asesinato del general Qassem Soleimani, el comandante iraní que dirigía la fuerza de élite Quds de la Guardia Revolucionaria, en un ataque con drones en Irak. Luego, a principios de julio, se produjo la misteriosa explosión en un centro de investigación y desarrollo de centrifugadoras en Natanz, a unos cientos de metros del centro subterráneo de producción de combustible que Estados Unidos e Israel atacaron hace más de una década con un arma cibernética sofisticada.

Y ahora el asesinato de Fakhrizadeh, una figura oscura a menudo descrita como el equivalente iraní de J. Robert Oppenheimer, el científico que supervisó el Proyecto Manhattan hace más de 75 años en la carrera para que Estados Unidos desarrollara la primera arma nuclear del mundo.

El auto atacado de Mohsen Fakhrizadeh. Foto Reuters

El auto atacado de Mohsen Fakhrizadeh. Foto Reuters

El jefe de personal de las fuerzas armadas de Irán, el general Mohammad Bagheri, describió el asesinato de Fakhrizadeh como “un duro y amargo golpe para el sistema de defensa del país” y dijo que habría una “severa venganza”.

Los israelíes bien pueden apostar a que ganarán de cualquier manera. Si Irán retrasa una represalia, entonces el movimiento audaz de eliminar al jefe del programa nuclear persa habrá valido la pena, incluso si el asesinato lleva el programa a la clandestinidad. Y si los iraníes toman represalias, dándole a Trump un pretexto para lanzar un ataque de réplica antes de que deje el cargo en enero, Biden heredará problemas más grandes que los restos de un documento diplomático de hace 5 años.

Ambas opciones parecen estar bien con el equipo de política exterior saliente del republicano, que está tratando de bloquear el cambio radical de la política de Irán que ha tenido lugar en los últimos cuatro años.

David Sanger. The New York Times