"Simplemente corrimos": el drama de las familias que huyen de la guerra en Etiopía

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La beba nació huyendo de la guerra. Su primer baño fue en un charco. Ahora llora toda la noche en un país que no es el suyo.

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La beba nació huyendo de la guerra. Su primer baño fue en un charco. Ahora llora toda la noche en un país que no es el suyo.

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ropa prestada, la niña forma parte de los refugiados más recientes y frágiles de entre más de 40.000 que han huido de la ofensiva del gobierno de Etiopía en la región rebelde de Tigray.

Han entrado en Sudán en medio de la desesperación, a menudo bajo disparos, tan rápido a veces que debían dejar atrás a la familia. No hay alimento suficiente para ellos en esta área remota y es muy poco el refugio disponible. Algunos toman agua del río que separa los países y más lo cruzan cada día.

"Vinimos caminando por el desierto. Dormimos en el desierto", dice una refugiada, Blaines Alfao Eileen, que está embarazada de ocho meses y se ha hecho amiga de Lemlem Haylo Rada, la madre de la recién nacida. Una de las mujeres es de etnia tigray, la otra de etnia amhara. El conflicto podría haberlas puesto en contra a una de la otra, pero la maternidad influyó.

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Refugiados etíopes que huyen de la región de Tigray esperan para recibir agua en un campo en la frontera con Sudán. Foto: REUTERS

Refugiados etíopes que huyen de la región de Tigray esperan para recibir agua en un campo en la frontera con Sudán. Foto: REUTERS

Eso y la tragedia. "No sé dónde está mi marido ni si está vivo", declara Eileen.

Su viaje duró cuatro días. "Dormí sobre esta pañoleta que tengo en mis manos", señala, "y lo volverîa a hacer".

Casi la mitad de los refugiados son menores de 18 años. Alrededor de 700 mujeres están actualmente embarazadas, según Naciones Unidas. Al menos nueve han dado a luz en Sudán.

El asalto final 

Pasaron tres semanas desde que el primer ministro etíope Abiy Ahmed envió tropas federales a Tigray tras acusar a las fuerzas de esa región de atacar una base militar. Los gobiernos de Abiy y el regional se consideran mutuamente ilegítimos y el primer ministro, ganador del Premio Nobel de la Paz, advirtió el domingo que es inminente un asalto final para tomar la capital de Tigray.

Los civiles están atrapados en medio de lo que algunos expertos describen como un conflicto parecido a una guerra interestatal por lo fuertemente armado que está cada bando.

Muchas personas apenas saben por qué tuvieron que huir. Ahora, gente de todas las clases, desde banqueros hasta agricultores de subsistencia, pasan hasta dos semanas en los llamados centros de tránsito, esperando en refugios improvisados en un entorno árido, casi sin árboles, al otro lado de la frontera etíope, en Sudán; antes eran sólo se tardaba de dos o tres días.

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Algunos refugiados tienen muy poco que los proteja del calor y el sol y se acurrucan bajo posesiones tan escasas como los paraguas. Los hombres han comenzado a entretejer pasto seco y preparan con él viviendas transitorias.

Podría haber coronavirus circulando entre la multitud, pero el foco de atención de la gente está en otra parte. Son más quienes llevan cruces alrededor del cuello que aquellos que usan máscaras faciales.

Los aldeanos sudaneses locales han sido elogiados por su generosidad, pero tienen poco que dar.

Los campamentos más estables para refugiados quedan a varias horas en coche y a veces ni siquiera hay suficiente combustible para transportar los exiliados hasta allí. Mientras esperan tan cerca de la frontera, la amenaza de hostilidades persiste.

Miembros de la milicia Amhara en la localidad de Dansha, Etiopía Foto: AFP

Miembros de la milicia Amhara en la localidad de Dansha, Etiopía Foto: AFP

Algunos trabajadores humanitarios excedidos de tareas han utilizado el piso desnudo de una construcción local como hospital improvisado donde tratan heridas que los refugiados dicen que les produjeron con machetes cuando se desataron las tensiones étnicas de Etiopía reprimidas durante largo tiempo.

Las autoridades tratan de mantener a los refugiados de etnia tigray separados de los de etnia amhara, por temor a posibles enfrentamientos.

El miedo y el hambre

"No sabemos quién está luchando contra nosotros. No sabemos quién está con nosotros ni quién no está con nosotros. No lo sabemos. Cuando llegó la guerra, simplemente huimos", explica Aret Abraham.

Es mínimo el confort que puede encontrarse; ni siquiera una comida caliente. Los refugiados pueden esperar varias horas para recibir alimentación. A veces no consiguen nada.

"Llevo aquí 14 días y no recibí nada", afirma uno. "No tengo ropa que usar." Pero todos tienen puesto el nuevo brazalete de plástico de los refugiados que les entrega la ONU cuando los registra.

El organismo de la ONU para los refugiados proporcionó comida y atención a unos 300 niños etíopes desnutridos y mujeres embarazadas y lactantes en Sudán, según el portavoz Babar Baloch.

La gente se sienta a esperar, y esperar. Una nenita, frustrada, le retuerce la cabeza a una muñeca de plástico hasta que la cabeza se desprende.

Un hombre llora contra el pliegue del brazo mientras sostiene una pequeña foto de su hijo de 12 años. Cuenta que el chico fue asesinado a tiros.

Los campamentos más estables se utilizaron por última vez en la década de 1980 para los etíopes que huían de una hambruna agravada por la guerra civil que duró un año.

La lucha entre la etnia Amhara y la etnia tigray desató el conflicto en Etiopía. Foto: AFP

La lucha entre la etnia Amhara y la etnia tigray desató el conflicto en Etiopía. Foto: AFP

Durante mucho tiempo esas imágenes de gente hambreada permanecieron incrustadas en la reputación de Etiopía. Hicieron falta décadas para convertir al país en uno de los casos más exitosos de África, con una de las economías de mayor crecimiento del mundo. Detrás del boom, la represión política mantuvo a raya las hostilidades entre los grupos étnicos.

"Sentíamos que lo habíamos logrado y estábamos contentos", recuerda Menas Hgoos, que ahora se encuentra huyendo a Sudán por segunda vez. "Y ahora Abiy Ahmed nos ataca; nos fuimos sólo con la ropa puesta."

Muchos de los nuevos refugiados son demasiado jóvenes para recordar las desgracias del pasado. De repente están demasiado abrumados por las propias y con preocupaciones por aquellos que no consiguieron escapar.

"También hay mucha gente que vive allá y no puede huir hacia aquí", dice Haftoun Berha, deteniéndose a pensar en seres queridos ahora imposibles de alcanzar. "Eso es mucho más triste."

Por Fay Abuelgasim y Nariman El-Mofty, The Associated Press

Traducción: Román García Azcárate

CB​