"¿Vos también vas a la casa de Maradona?", la pregunta que marcó el peregrinaje hasta el lugar donde nació Diego

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"Metele pata diez cuadras y doblás a la derecha. La vas a ver". "Seguí hasta donde está la chata, doblá y pegale derecho". Las respuestas de los vecinos de Villa Fiorito

se repiten ante la pregunta de cómo llegar a la calle Azamor 523. "¿Vos también vas a la casa de Maradona?". Sigue siendo "la casa de..." por más de que Diego se haya ido hace más de cuatro décadas.

Pero Fiorito, esa barriada de Lomas de Zamora con tanta pobreza y desigualdad, es sinónimo de Maradona. La casita de la calle Azamor donde Don Diego y la Tota criaron a sus cinco hijos es como el Obelisco para los vecinos, todos saben dónde está. La fachada, que podría pasar inadvertida por ser una más, es perfectamente ubicable, lo mismo que el club Estrella Roja, a pocas cuadras de allí, donde el Diego empezó a perseguir hambriento la pelota para escapar de la pobreza.

En la esquina de Azamor y Mario Bravo se respira un clima que nada tiene que ver con la nostalgia y el dolor. Cientos de vecinos, en su mayoría menores de veinte años, que ninguno vio a Maradona en una cancha, son los referentes de esta suerte de despedida sin dolor ni emoción. Hay banderas de Boca con la leyenda "Mi barrio, Fiorito", "El único grande" y la muchachada atina a algunos cantitos que quedan en la nada.

Una despedida sin dolor ni emoción, donde la mayoría de los asistentes no llegaba a los 20 años.Fotos Emmanuel Fernández - FTP CLARIN EMA_8689-01.jpg Z EFernandz Efernandez

Una despedida sin dolor ni emoción, donde la mayoría de los asistentes no llegaba a los 20 años.Fotos Emmanuel Fernández - FTP CLARIN EMA_8689-01.jpg Z EFernandz Efernandez

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Hay mucho tetra-brick, botellas de gaseosa con otros líquidos y un ámbito festivo que no contagia. También figuretis que, inventando historias a partir de "yo jugué con Maradona en el campito", se aprovechan de los cazadores de primicias que están al acecho, ávidos de algún hallazgo. Mientras, en Azamor 523, hay intenso movimiento detrás de la puerta de ingreso. ¿Qué sucede?

"Un grupo de gente llegó pasadas las dos de la tarde y le hizo una lavada de cara a la entrada de la casa, que estaba abandonada, con el pasto altísimo y las ramas que casi que impedían el ingreso. Cortaron el pasto, podaron los árboles y pintaron la pared del frente de la casa de blanco para hacer un retrato de Maradona", describe Salvador, un vecino cincuentón que vive a dos cuadras.

Salvador, que habla con Clarín, cuenta que en la casa vivía un padre con sus dos hijos, "una familia humilde; la madre se fue hace poco. Pero la casa estaba hecha bolsa, no se puede creer que no hayan puesto una placa conmemorativa, que no se haya conservado de alguna manera. Se acordaron un poco tarde y en menos de una hora, quisieron levantarla".

Azamor 523. Vecinos y miembros del Comité Comunal Néstor Kichner pintando la fachada de la casa donde nació Maradona.Fotos Emmanuel Fernández - FTP CLARIN EMA_8624-01.jpg Z EFernandz Efernandez

Azamor 523. Vecinos y miembros del Comité Comunal Néstor Kichner pintando la fachada de la casa donde nació Maradona.Fotos Emmanuel Fernández - FTP CLARIN EMA_8624-01.jpg Z EFernandz Efernandez

Este cronista intentó cruzar una verja pero sin suerte, ya que una señora con un barbijo con la imagen de El Eternauta, que se presentó como miembro del Centro Comunal Néstor Kichner, no permitió el ingreso. "Junto a algunos vecinos vinimos aquí desinteresadamente a pintar un retrato de Diego. Teníamos pensado hacerlo para su cumpleaños (el 30 de octubre), pero no pudimos por la pandemia", hace saber mientras se aprecia a dos personas subidas a una escalera bocetando el rostro del Diez.

"Lo único que falta es politizar la muerte de Maradona", sonríe resignado Salvador. "Esto es todo muy pobre, da pena que esta imagen recorra el mundo", desliza señalando ese mustio santuario -por ponerle algún nombre-, que conforman una maceta con flores, un ramito de tres rosas, cinco velas -dos encendidas-, una tapa de El Gráfico con el título "¡Vive!", del año 1995 y un cartelito escrito a mano: "Diego es nuestro, de Fiorito para siempre".

Este medio se acercó para hablar con el piberío, que estaba más pendiente del movimiento de las cámaras y la presencia periodística que otra cosa. "Diego es lo más, es de acá, vieja, del barrio, vamaaa, Diegooo, Diegooo, olé, olé, Diegooo", arenga un muchacho con la camiseta de Boca, en una atmósfera fuera de sintonía, que nada tiene que ver con la muerte del futbolista más grande de todos los tiempos.

Estrellas Unidos de Fiorito, hoy. Aqui hace más de cincuenta años Maradona empezaba a perseguir la pelota para escapar del hambre.

Estrellas Unidos de Fiorito, hoy. Aqui hace más de cincuenta años Maradona empezaba a perseguir la pelota para escapar del hambre.

A unas cuadras de alli, sobre la calle Larrazábal, está el club Estrellas Unidas de Fiorito (antes era Estrella Roja), ese en el que Diego hizo aquellos históricos jueguitos con el pie y la cabeza (y aquella declaración "mi primer sueño es jugar el mundial") que dieron la vuelta al mundo. Hay un picadito en una canchita de cemento, pero no hay mística.

Después de un buen rato de recorrer esas canchitas y otra más grande de tierra, no hay dudas de que se está en la cuna grande de la historia del fútbol, en la cuna de los sueños que se cumplen más allá de las desigualdades, donde Maradona aprendió a gambetearles al hambre y a la pobreza, las patadas más dolorosas que las que recibió en toda su carrera. Lástima que aquí nadie derramó una lágrima.