Lidiar con Putin y el régimen iraní, la delicada tarea nuclear que la ONU pone en manos de Rafael Grossi

Internacionales
Lectura

Rafael Grossi es el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el organismo de vigilancia nuclear de las Naciones Unidas. El diplomático argentino, que fue electo para ese cargo

en 2019, aunque no trabaja de manera específica como mediador, en las últimas semanas ha tenido que ocuparse de los tensos diálogos en materia nuclear con Rusia e Irán.

El prestigioso New York Times acaba de dedicarle a Grossi un cuidado artículo en el que destacan su posición central en las relaciones internacionales, en lo que definen como "una nueva era de temores nucleares”. Su labor es clave en Ucrania, donde uno de los seis reactores en la línea de fuego en el río Dniéper podría ser alcanzado por artillería rusa y arrojar radiación, y en Irán, que está a punto de convertirse en un Estado con armas nucleares.

No es el papel que esperaba cuando, tras una carrera diplomática de 40 años centrada en los aspectos prácticos de la no proliferación, fue elegido director general de la agencia por una mínima mayoría tras la repentina muerte de su predecesor, Yukiya Amano”, señaló el medio norteamericano. Eso fue "antes de que alguien pudiera imaginar que la central nuclear más grande de Europa estaría en la primera línea de una guerra", comentó Grossi, quien sin embargo esta semana aclaró: “Soy un inspector, no un mediador”. “Pero tal vez, de alguna manera, pueda ser útil en los márgenes”, admitió.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Rafael Grossi 20240516

BANER MTV 1

Grossi se convirtió en el líder de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) más “activista” desde que se creó la agencia en 1957, como consecuencia del programa “Átomos para la paz”, del presidente republicano Dwight Eisenhower para difundir la generación de energía nuclear “pacífica” en todo el mundo. Nacido en Almagro e hincha de Estudiantes de La Plata, Grossi es el primer latinoamericano en dirigir la OIEA, y su papel “no tiene ninguna intencionalidad política”, sino que debe “hacer cumplir los acuerdos sobre energía atómica”.

En concreto, pasó la mayor parte de los últimos cuatro años y medio viajando por el mundo, reuniéndose con presidentes y ministros de Relaciones Exteriores, presionando para obtener más acceso a los sitios nucleares y, a menudo, más autoridad para una organización que, históricamente, tuvo poco poder para obligar al cumplimiento de las normas. Y Grossi no ha temido imponerse como autoridad internacional, incluso en los momentos más tensos y en los territorios disputados con mayor posibilidad de agresión. Así se lo vio ingresar, con chaleco antibalas y sin autorización, a la planta nuclear de Zaporizhzhia en Ucrania, bajo ocupación rusa desde principios de 2022.

El New York Times recordó que, cuando inició el conflicto de Ucrania, Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Joe Biden, estaba tan preocupado por un desastre nuclear que llamó por teléfono al jefe de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, señalando que el escenario era “aterrador”. Grossi afirmó que hoy “estamos entrando en un período de statu quo prolongado” y puntualizó: “Pero desde el principio decidí que no podía simplemente sentarme al margen y esperar a que terminara la guerra y luego escribir un informe sobre las 'lecciones aprendidas'. Habría sido una vergüenza para esta organización”.

"El trato recibido en Rusia fue algo extraordinario"

Grossi salió, en septiembre de 2022, de un vehículo blindado en el sureste de Ucrania, mientras los proyectiles explotaban en la distancia. Había rechazado una oferta de los rusos de escoltarlo fuera de su territorio, ya que, como funcionario muy visible de las Naciones Unidas, no quería dar ningún crédito a las reivindicaciones territoriales de Moscú. En su lugar, tomó el camino difícil, a través de Ucrania, hacia un páramo plagado de minas y vehículos destruidos.

Cuando se acercaba a la planta, un guardia ucraniano lo detuvo, diciendo que no podía ir más lejos y no le impresionó el hecho de que el propio Volodímir Zelenski hubiera bendecido la misión. Después de horas de discusiones estériles, Grossi ignoró al guardia y procedió de todos modos, inspeccionando la planta nuclear de Zaporiyia. Dejó atrás a un equipo de inspectores y apagó todos los reactores, menos uno. Desde entonces, pequeños equipos de inspectores de la ONU han permanecido allí, de forma rotativa, todos los días.

Era el tipo de intervención que la agencia nunca había hecho antes. Pero Grossi dijo que la situación requería un enfoque agresivo. El complejo nuclear más grande de Europa “está en la primera línea”, dijo Grossi. “Ni cerca, ni en las proximidades”, enfatizó, “en primera línea”. Por eso Grossi tiene sus críticos, porque creen que actuó más allá de su autoridad cuando colocó inspectores a tiempo completo en la planta en conflicto, en un momento en que rusos armados y con pocos conocimientos de energía nuclear patrullaban la sala de control.

Rafael Grossi 20240516

También apostaba a que ninguna de las partes querría atacar la planta si eso significaba arriesgar las vidas de los inspectores de las Naciones Unidas. Y funcionó. Apenas un mes después, Grossi viajó a San Petersburgo con la intención de exponer el argumento de que si los continuos bombardeos acababan con los sistemas de refrigeración u otras instalaciones clave, Zaporiyia sería recordada como el Chernobyl provocado por Vladimir Putin. Para remarcar el punto, quería recordar que, dados los vientos predominantes, había muchas posibilidades de que la nube radiactiva se extendiera por partes de Rusia.

Putin recibió a Grossi en un palacio y lo trató con amabilidad. Según el New York Times, “claramente no quería que lo vieran como obsesionado por la guerra, o incluso particularmente molesto por ella”. Tras saludarse amenamente, Grossi fue al grano: le dijo que no necesitaba un alto al fuego en la región, pero que sí requería que sus tropas no dispararan contra la planta. “Él no estuvo en desacuerdo”, comentó Grossi, pero Putin tampoco hizo promesas. Según el argentino, el líder ruso no parecía confundido ni enojado por haber fracasado en su plan de tomar rápidamente el territorio ucraniano e incluso llegó a declarar que estaba dispuesto a una negociar una solución para la guerra, pero sólo si Zelenski estaba dispuesto a renunciar a casi el 20 por ciento de su país.

El Departamento de Defensa de EE.UU anunció la creación de su dron submarino Manta Ray

De acuerdo a lo relatado por Grossi, Putin se centró en conversar acerca de la planta. Sabía cuántos reactores había y dónde estaban ubicadas las fuentes de energía de respaldo. Como si el avezado político se hubiera preparado para la reunión memorizando un mapa de las instalaciones. “Él conocía cada detalle”, destacó Grossi. "Fue algo extraordinario", reconoció. Sucede que, para el presidente, Zaporiyia no es un triunfo simbólico, sino una parte clave de su plan para ejercer control sobre toda Ucrania y fortalecer su voluntad de intimidar o chantajear a gran parte de Europa.

El inspector jefe de la agencia de la ONU y el presidente ruso volvieron a encontrarse en Moscú hace menos de dos meses. Putin se mostró alegre y lleno de planes para reiniciar la planta y así afirmar su control sobre la región, que Rusia afirma que ya se ha anexado. Grossi intentó disuadirlo de tomar la medida, dada la “fragilidad de la situación”, pero Putin dijo que los rusos “definitivamente iban a reiniciarla”. Luego la conversación derivó hacia si podría haber una solución negociada a la guerra, pero Putin sabía que cualquier cosa que dijera sería transmitida a Washington. Grossi lamentó ser “el único” que dialoga tanto con Rusia como con Estados Unidos.

Reuniones en Irán: felices de ser considerados potencia nuclear

Tal como detalló New York Times, el Organismo Internacional de Energía Atómica se creó para hacer dos cosas: mantener seguras las plantas y evitar que su combustible y sus desechos sean utilizados para fabricar armas nucleares. Los inspectores de la agencia no buscan ni cuentan las armas ellos mismos, aunque muchos en el Congreso de Estados Unidos (y en todo el mundo) creen que esa es su función.

El de Grossi es el tipo de trabajo que tradicionalmente implica largas reuniones en anodinas salas de conferencias, mediciones cuidadosas dentro de las plantas nucleares y la instalación de cámaras a prueba de manipulaciones en instalaciones clave para garantizar que el material nuclear no se desvíe hacia proyectos de bombas. El trabajo es tenso, pero no suele ser especialmente peligroso. Por eso es llamativo su acercamiento a las tareas.

Tratar con los líderes de Irán ha sido aún más delicado y, en muchos sentidos, más irritante que discutir con Putin. Hace dos años, poco después de que la junta directiva de la OIEA aprobara una resolución condenando al gobierno de Teherán por no responder a las preguntas de la agencia sobre supuesta actividad nuclear, los iraníes comenzaron a desmantelar cámaras en instalaciones clave de producción de combustible.

Rafael Grossi 20240516

En ese momento, Grossi dijo que si las cámaras estuvieran fuera de funcionamiento durante aproximadamente seis meses, no podría ofrecer garantías de que el combustible no se hubiera desviado a otros proyectos, incluidos proyectos de armas. Eso fue hace 18 meses y desde entonces, el parlamento iraní aprobó una ley que prohíbe algunas formas de cooperación con los inspectores de la agencia. Mientras tanto, el país está enriqueciendo constantemente uranio hasta alcanzar una pureza del 60 por ciento, peligrosamente cerca de lo que se necesita para producir una bomba.

A Grossi también se le ha prohibido visitar una nueva y enorme planta nuclear que Irán está construyendo en Natanz, bajo la superficie del desierto, según creen algunos expertos. Teherán se limita a señalar que intenta que sus instalaciones de ese tipo no puedan ser bombardeada por Israel o Estados Unidos, e insiste en que hasta que no introduzca material nuclear en la planta, la OIEA no tiene derecho a inspeccionarla.

El gobierno de Nicolás Maduro les negó el permiso para salir del país a los opositores refugiados en la embajada argentina

La semana pasada, Grossi estuvo en Teherán para abordar todas estas cuestiones con el ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, y con el jefe de la agencia de energía atómica de Irán. Habían pasado apenas unas semanas desde que Irán e Israel intercambiaron ataques directos con misiles —la primera vez que algo así ocurre, en los 45 años transcurridos desde la revolución iraní—, pero Grossi no detectó ninguna decisión inmediata para acelerar el programa nuclear.

En cambio, los funcionarios iraníes parecían complacidos de que se les tomara en serio como una potencia nuclear y de misiles en la región, cada vez más a la par de Israel, que ya tiene un pequeño arsenal nuclear propio, aunque no lo reconoce oficialmente. "Sospecho", dijo Grossi esta semana, "que regresaré a Teherán con frecuencia".

ML/HB