Fortalecí vínculos con amigos y me sedujo la ilusión del reemplazo virtual del encuentro de los cuerpos. También rompí relaciones, me arrepentí de comentarios, me bloqueó un ex, lloré, y me
indigné viendo fotos de su nuevo amor. Reclamé me gustas y negué toques. Escribí alguna que otra indirecta y me comí los mocos ante la reacción del aludido. Todo esto en soledad, frente a una pantalla. Acá empezó, además, la farsa del si no lo posteaste, no pasó.